Es común que al final se encuentre anudada una cruz y consta también de unas cuentas en ciertos intervalos entre los nudos.
Su invención es atribuida a San Pacomio (siglo IV) como ayuda para los monjes analfabetos, para que pudiesen lograr con facilidad un número constante de rezos y de postraciones.
Se pretendía que, portando el cordón de oración, los monjes tuvieran siempre presente la prescripción de San Pablo en la primera epístola a los tesalonicenses 5, 17: "Orad constantemente".
El empleo del cordón de oración se hace en estas situaciones muy práctico.
El cordón de oración tiene paralelismos con otros objetos similares en otros grupos y confesiones religiosas; por ejemplo, en el caso de la iglesia latina, el rosario.