Si bien no son los únicos cartones para tapices que se hicieron en la Real Fábrica (otros pintores de esta factoría fueron Mariano Salvador Maella, Antonio González Velázquez, José Camarón y José del Castillo), sí son los más conocidos y a los que la historia del arte ha otorgado el apelativo «cartones para tapices» por antonomasia.
Ese año Gregorio Cruzada se dio a la tarea de catalogarlos y mostrarlos al público en el Museo del Prado.
Goya puede crecer como artista y elevar su condición social a través de estas piezas, que le convierten en un cotizado pintor para los altos círculos matritenses.
[1] Sin embargo, no logra un buen puesto en el concurso y decide volver a su tierra, donde emprenderá las famosas pinturas de la Cartuja del Aula Dei.
Rapelli rechaza categóricamente esta teoría, pues afirma que el aragonés se asentó en la capital española en diciembre de 1774.
[10] Jacopo Amiconi y Gianbattista Tiépolo serán los más destacados italianos en España, pero bajo Carlos III la suerte cambiará a favor del bohemio Mengs.
[14] Ello podría explicar el por qué de las serias discrepancias estilísticas entre los temas principales y los cartones cuyo tamaño era inferior.
Algunos autores dan suma importancia al hecho de que las series proyectadas en 1787 y 1791-92 nunca fueron colgadas como Goya había acordado.
Estas pinturas deben su nombre de cartón a que usualmente se pintaban sobre dicho material y no sobre lienzo o tabla.
Pero en el tapiz eran necesarios más pormenores —contrario a lo que sucedería años después con La pradera de San Isidro— y la luminosidad del cuadro original debió esparcirse.
Pero también se necesitaba ornar los aposentos con tapices y ello llevó a contratar nuevos pintores para la Real Fábrica, como Goya.
[38] Pero al ser sus obras destinadas a estancias reales, Goya no puede desarrollar pinturas que reciban por completo el apelativo de Sublime.
Goya tuvo que preparar varias veces un tapiz recto de acuerdo al convencionalismo vigente, como en La novillada y La cometa, pero no así en El quitasol.
La nevada abandona por completo el tema de las diversiones campestres y muestra a unos campesinos sufriendo las inclemencias del invierno.
Tras ser nombrado como pintor de cámara por Carlos IV en 1789, Goya obtiene aún más prestigio, que se verá reflejado en su arte.
Admirador fiel de Velázquez, el aragonés usa una pincelada fuerte y decisiva que muchas veces provocó problemas a los tejedores.
En sus primeros años, Goya había sido alumno del maestro José Luzán, uno de los más reputados pintores en su natal Zaragoza.
El pintor ya había intentado llevar su arte del rococó al neoclásico, como evidencia La ermita de San Isidro.
La estela del mayor de los Bayeu es perceptible tanto en los dibujos preparatorios como en los cartones resultantes, pues él le indicó al joven Goya los temas a tratar.
La distribución es diferente en cuanto a otros cartones de Goya, donde los personajes se muestran más libres y dispersos por el espacio.
[75] Puede afirmarse que la segunda serie está íntimamente relacionada con la tercera y cuarta, pues las tres captan el ambiente vivido en Madrid durante la época.
Los cuadros de la segunda serie expresan un compromiso en cuanto a las necesidades del tejedor, pues composiciones simples, colores claros y una buena iluminación permitirían un mejor tejido.
Su paleta adopta contrastes variados y terrosos, cuya sutilidad permite poner de relieve a las figuras más importantes del cuadro.
Nuevamente se desarrolla el sentido sexual en los personajes de la serie: en Las lavanderas, una mujer acaricia los cuernos del animal, clarísima connotación fálica.
La guerra que la corona ha mantenido con Inglaterra a fin de recuperar Gibraltar ha causado serios daños en la economía del reino y es menester eliminar gastos innecesarios.
Pero ahora el aragonés imprimía su huella a los cuadros, y convierte las alegorías en escenas bucólicas representativas de cada período del año.
En Las gigantillas, por ejemplo, los niños que suben y bajan constituyen un disfrazado sarcasmo a la volátil situación del gobierno, reflejada en el periódico cambio de ministros.
[113] Los juegos al aire libre protagonizados por jóvenes, muchachos y mujeres son un marco perfecto para las críticas encubiertas de Goya.
La familia del noble español Pedro Fernández Durán y Bernaldo de Quiraldós adquirió algunas, como El albañil borracho.
Pocos años después comenzaron a ver la luz los primeros estudios hechos con un punto de vista meramente analítico.