[14] La victoria de los patriotas supuso la desaparición del contingente militar realista más importante que seguía en pie.
En 1833, tras la muerte del rey Fernando VII, el gobierno español abandonó definitivamente los planes de reconquista.
Tres años después, en 1836, las Cortes españolas renunciaron formalmente a cualquier reivindicación sobre la América continental.
[24] José Bernardo de Tagle encontró refugio con los realistas en la asediada fortaleza del Callao.
Mientras tanto, Bolívar, recién llegado, solicitaba diligentemente refuerzos de la Gran Colombia y organizaba activamente la campaña definitiva contra los realistas del Perú, para quienes la situación crítica comenzaba a tornarse insalvable: El historiador Rufino Blanco Fombona dice que "Todavía en 1824 Bernardino Rivadavia pacta con los españoles, estorbando así la campaña de Ayacucho":[26] El 4 de julio de 1823, Buenos Aires concluyó una tregua con los comisionados españoles (Convención Preliminar de Paz) que le obligaba a mandar negociadores a los demás gobiernos sudamericanos para que pueda tener efecto la misma.
Ordenó que el repliegue general se hiciera devastando el territorio peruano, talando los campos, secuestrando el ganado, y bajo una política general de Tierra quemada, destruyendo cualquier recurso de los pueblos peruanos para que no pudiera servir de sustento al Ejército Real del Perú.
[38] Bolívar se puso en contacto con sus generales en Quito y con su vicepresidente en Colombia, advirtiéndoles de la irremediable pérdida del Perú.
Olañeta pone en rebelión el Alto Perú, expulsa a los jefes españoles leales al virrey y deja a las fuerzas leales del virreinato peruano sin el apoyo del ejército realista altoperuano.
Bolívar mientras tanto aumentaba y reforzaba su ejército con nuevos regimientos llegados de la Gran Colombia.
Dio comienzo entonces una incesante persecución con la consecuente deserción y pase de 2700 soldados realistas, que seguidamente engrosaban las filas independientes.
Pero Sucre y su estado mayor lograron mantener la cohesión de la tropa e impidieron al virrey explotar ese éxito local.
Paralelamente, sobreestimó las fuerzas realistas al utilizar el número total de efectivos que habían partido del Cuzco al inicio de la campaña, basándose en un listado militar español capturado en Limatambo, que contabilizaba 9.310 soldados.
En cualquier caso, las fuerzas realistas contaban con superioridad numérica, tanto en efectivos de infantería y caballería como en artillería.
Nótese que el mariscal Sucre omite mencionar en el parte a los Granaderos a Caballo del Río de la Plata y los incluye como otro escuadrón del Húsares de Junín.
Al sur, el terreno se estrecha, formando una suave rampa que conecta la base del cerro con la pampa.
Villalobos dejaría al regimiento Fernando VII en la trinchera y a los batallones Gerona en reserva.
Sucre se dio cuenta inmediatamente de la arriesgada maniobra, que resultaba evidente en la medida que los realistas se encontraban en la falda del cerro, imposibilitados de camuflar sus movimientos durante el descenso.
Estos habían lanzado un ataque para tomar la solitaria casa ocupada por algunas compañías independentistas, que fueron arrolladas y obligadas a retroceder.
El segundo batallón del Imperial que lo seguía formó guerrilla y también quedó diezmado en la quebrada sur.
Dada la orden, la división Córdova se lanzó al ataque entre frenéticos "vivas a la libertad" y "viva al Libertador", mientras que la banda de guerra del batallón Voltigeros tocaba el bambuco nacional La Guaneña.
El Virrey La Serna y sus oficiales intentaron restablecer la batalla y reorganizar a los dispersos en fuga, mientras el propio general Canterac lideraba la división de reserva, compuesta por ambos batallones de Gerona, para descender a la llanura.
Les siguió, tras una débil resistencia, el disminuido batallón Fernando VII, que había permanecido en la trinchera.
Con los diezmados restos de su división, Valdés logró repasar la barranca y reagruparse en las alturas del cerro, donde se unió a 200 jinetes que se habían concentrado alrededor del general Canterac, junto con algunos dispersos de las derrotadas divisiones realistas.
Con el grueso del ejército realista destruido, el virrey capturado por los patriotas y su retaguardia ocupada por Pedro Antonio Olañeta, los jefes realistas no tuvieron más opción que capitular tras la batalla.
El historiador señala a Juan Antonio Monet como el encargado del acuerdo: “Los protagonistas guardaron siempre un escrupuloso pacto de silencio y, por tanto, solo podemos especular, aunque con poco riesgo de equivocarnos” (pág.
Los jefes españoles, de ideas liberales, y acusados de pertenecer a la masonería al igual que otros líderes militares independentistas, no siempre compartían las ideas del rey español Fernando VII, un monarca firme sostenedor del absolutismo.
En contra de esta teoría masónica está el encarnizamiento de la batalla que se refleja en la elevada mortalidad en la oficialidad y la tropa, en su mayoría indígenas peruanos, lo mismo que la oficialidad española peninsular.
[11] Más allá de las emancipaciones, el Perú envió sus primeros cónsules a España tempranamente, desde 1840.
[71] No obstante el estallido de un conflicto naval 1865-66 que enfrentó España y varios países sudamericanos en la guerra hispano-sudamericana interrumpió los acuerdos hasta la firma del armisticio en 1871.
Se le concede también el supremo poder ejecutivo en forma vitalicia, con los honores de Protector y Presidente.