Los motivos que llevaron a Felipe II a la guerra fueron económicos, políticos y religiosos: Si bien, oficialmente, la guerra comenzó en 1585, el antecedente directo y determinante habría sido la toma por parte española de las islas Azores en la batalla naval de la isla Terceira, en que la flota española ocasionó una contundente derrota a la flota francesa apoyada por un contingente británico.
La unión bajo un único cetro de las dos potencias marítimas más relevantes del momento (España y Portugal), suponía la asfixia comercial y militar del resto de países a los que quedaron muy pocas opciones.
Tras deambular frente al estuario del Tajo sin que ninguna armada buscara un enfrentamiento muy decisivo, Drake puso rumbo hacia las islas Azores donde, por casualidad, capturó la carraca portuguesa San Felipe, que llegaba de las Indias Orientales con su carga comercial.
En realidad, Drake fue objeto de crítica por Lord Burghley quien atenuó en gran medida los logros que el propio pirata solía atribuirse.
Tras la batalla, la persistencia en la fuerza y dirección del viento impidió que la armada española recuperase su posición en Calais, decidiéndose el regreso a España rodeando las islas británicas por arriba.
Durante este regreso, la situación climatológica empeoró aún más, lanzando contra las costas escocesas e irlandesas a unos 26 naves[6].
La pérdidas humanas y materiales fueron muy elevadas, si bien, el grueso de la flota, especialmente los galeones que eran los barcos más avanzados del momento, pudieron regresar a España.
En 1589 las fuerzas inglesas bajo el mando de Francis Drake y John Norreys atacaron La Coruña, donde fueron rechazadas.
Las defensas españolas se adelantaron a los atacantes, sufriendo los ingleses grandes pérdidas, incluyendo la muerte de ambos marinos.
Esta armada fue reorganizada y los ingleses no pudieron atacarla por otra tormenta en las costas gallegas.
Una nueva expedición española contra Inglaterra en octubre del mismo año fue desbaratada por un temporal en el canal de la Mancha.