La conquista de las islas Canarias fue el proceso por el que este archipiélago, habitado por pueblos aborígenes, fue incorporado mediante una progresiva conquista militar a la Corona de Castilla a lo largo del siglo xv.
La información aportada por los primeros visitantes y la documentación cartográfica, especialmente el Atlas Catalán anteriormente señalado, facilitó las arribadas.
Unas, las menos, tuvieron un carácter misionero, como fue el establecimiento de una comunidad franciscana en Telde entre 1350 y 1391, pero otras, la mayoría, tuvieron un carácter económico, básicamente la captura de esclavos para ser vendidos en los mercados europeos.
En el siglo xiv compiten por el control de Canarias genoveses, aragoneses, castellanos y portugueses.
Bethencourt contaba con importantes apoyos políticos en la corte del rey Enrique III de Castilla.
Los castellanos, atareados en conquistar las otras islas del archipiélago, abandonaron la isla a los agricultores, quienes desarrollaron una agricultura autosuficiente.
Los portugueses, que navegaban a lo largo de las costas africanas, también se interesaron por Lanzarote.
Allí obtuvo del rey Enrique III los medios necesarios y la confirmación de sus derechos exclusivos sobre las islas por conquistar, marginando a Gadifer.
[2] En 1447, mientras Hernán Peraza el Viejo organiza el gobierno de Fuerteventura, su hijo Guillén pone rumbo a la isla de La Palma para llevar a cabo una razia y así sufragar los gastos del viaje.
Llegados a un punto, son atacados por el rey Echedey y sus hermanos al mando de los aborígenes, siendo los conquistadores completamente derrotados, resultando muerto el propio Guillén, cayendo tras recibir una pedrada al ser reconocido por los aborígenes como capitán de los conquistadores.
Este firma un tratado de paz con los menceyes, permitiéndole poco después el mencey de Anaga construir una torre en sus tierras, donde guanches y europeos tienen tratos hasta que es demolida hacia 1472 por los mismos guanches.
Ese día, junto al Guiniguada, se fundó el Real de Las Palmas.
Pocos días más tarde tuvo lugar en las proximidades del Real el primer enfrentamiento en el que los isleños fueron derrotados.
Se producen las victorias castellanas en la batalla de Arucas en la que cae el líder aborigen, Doramas.
Tenesor Semidán fue enviado a Castilla, donde se entrevistó con los Reyes y fue bautizado con el nombre de Fernando Guanarteme;[8][9] se convirtió en un fiel y valioso aliado de los conquistadores, cuya actuación ha sufrido diversas valoraciones por los analistas de la historia: traidor a la causa aborigen para unos, hábil negociador que logró salvar muchas vidas, para otros.
Eran los menceyatos del sur y del este (Anaga, Güímar, Abona y Adeje), es decir, aquellos que habían tenido más contacto con los castellanos a través de la actividad misionera (Candelaria).
El bando de guerra agrupaba a los menceyatos del norte (Tegueste, Tacoronte, Taoro, Icoden y Daute).
Tras levantar un fortín se dispuso a adentrarse hacia el interior de la isla.
Los guanches esperaron emboscados a los castellanos que, sorprendidos sufrieron un grave descalabro, perdiendo en la batalla el ochenta por ciento de sus fuerzas.
Alonso Fernández de Lugo pudo escapar hacia Gran Canaria, donde preparó un nuevo asalto con tropas mejor adiestradas y más recursos financieros aportados por comerciantes genoveses y nobles castellanos.
Tras esto, con un ejército mejor armado y entrenado, Alonso de Lugo retornó a Tenerife.
1700 guanches, entre ellos Bencomo y su hermano Tinguaro, quedaron muertos en el campo de batalla.
Al parecer, una epidemia posterior diezmó a los isleños, dejando a la mayoría que sobrevivieron enfermos o débiles, lo que se conoce como la modorra guanche, aunque su exacta dimensión e importancia en el resultado de la batalla permanece controvertida por algunos historiadores.