[1][2] Su episcopado se caracterizó además por la defensa que hizo de los aborígenes canarios que, a pesar de haber sido bautizados o estar en vías de conversión al cristianismo, eran hechos prisioneros por los europeos y vendidos como esclavos.
[7][8] El historiador José Antonio Cebrián Latasa cree que Frías pudo ser un fraile minorita del convento franciscano de san Buenaventura de Fuerteventura,[9] mientras que para los sacerdotes e investigadores Santiago Cazorla y Julio Sánchez pertenecía al clero secular.
[9][17][18] El obispo pasó al archipiélago a hacerse cargo de su diócesis.
Según el cronista Alfonso de Palencia habría visitado en alguna ocasión la isla de Gran Canaria mientras esta todavía permanecía sin conquistar, probablemente en misiones evangelizadoras.
Los reyes ordenaron el secuestro de los aborígenes en tanto se resolvía el pleito, fallando los jueces encargados a favor del obispo en febrero de 1478.
Para compensar los gastos, los reyes le otorgaban a Frías la explotación en exclusiva del liquen conocido como orchilla de las islas insumisas mientras durara la conquista, así como el remanente de las presas que se hicieran, una vez quitados el coste, el quinto real y la parte correspondiente a los armadores.
[1][nota 1] Después del efectivo establecimiento de un campamento en Gran Canaria, el conocido como real de Las Palmas, y tras una primera victoria contra los aborígenes, la empresa conquistadora quedó prácticamente paralizada debido a las disensiones entre el capitán Juan Rejón y el deán Bermúdez.
También venía con ellos Juan Rejón, quien había sido enviado preso a Castilla por el gobernador Pedro del Algaba y a quien los comisarios Merlo y Palencia habían restituido en su puesto como capitán de la conquista.
[47][48] Entre estos se encontraba la princesa Masequera, a la que impondrá el nombre cristiano de Catalina.
Posteriormente, hallando la imagen a los pies del árbol, ordenó la construcción de una pequeña capilla.
[69] El obispo falleció posteriormente en su morada sevillana en fecha imprecisa, pero que debió ser en algún momento entre el 20 de noviembre de 1485, último documento donde aparece donando unas casas para palacio episcopal, y el 25 de enero de 1486, en que la sede del obispado aparece ya vacante en un breve apostólico del papa Inocencio VIII.