Por su parte, la cultura aborigen desapareció y los majos supervivientes fueron cristianizados e incorporados a la nueva sociedad.
[12] No existe constancia documental sobre la existencia de un grupo o clase guerrera permanente en la isla.
[13][15][16] Conocido en la Antigüedad clásica, el archipiélago canario fue olvidado por el mundo europeo tras la caída del imperio romano y «redescubierto» a finales del siglo siglo XIII por navegantes de la república de Génova.
Así, en la historiografía canaria se tiene al explorador genovés Lanceloto Malocello como el primer redescubridor de las islas.
[20] Entre las expediciones conocidas de esta centuria destaca la realizada en 1393 por navegantes vizcaínos, guipuzcoanos y andaluces tradicionalmente atribuida al sevillano Gonzalo Pérez Martel, padre de Hernán Peraza, y capitaneada por Álvaro Becerra.
Aunque en un primer momento no lograron encontrarlos, posteriormente estos se presentaron en son de paz ante ellos.
Acordaron entonces que otro día señalado el «rey» de la isla, llamado Guadarfía por Abréu Galindo,[35] acudiría a hablar con los capitanes.
El lugar escogido en las inmediaciones de la playa de la Cruz o del Pozo contaba con un puerto natural, agua dulce y con elevaciones del terreno que podían ser fácilmente fortificadas.
Los capitanes conquistadores decidieron entonces que Béthencourt retornara con ellos e hiciese las gestiones necesarias para el envío de nuevos refrescos.
Berneval ofreció al maestre hasta cuarenta aborígenes como esclavos a cambio del pasaje para Castilla para él y sus compañeros, a lo que el maestre accedió.
Berneval mandó llamar entonces al rey de la isla para que se uniera a ellos, ofreciéndole protección contra los castellanos.
Guadarfía acudió confiando en las paces que tenía hechas con los franceses, pero Berneval y sus cómplices aprovecharon la noche para prender a una veintena de aborígenes mientras dormían, incluido el propio rey, pero este logró liberarse de las ataduras y escapó.
[46] Mientras los amotinados partían en los dos botes con el botín hacia La Graciosa, varios hombres de Gadifer que se hallaban en Rubicón acudieron por tierra también al puerto para pedir ayuda a los marineros de la Morella, otra nave castellana que se encontraba fondeada allí.