Imperio sueco

Como resultado de la intervención sueca, se aseguró la libertad religiosa para los protestantes en Europa, el mayor logro político de Suecia, que la convirtió en abanderada del protestantismo continental durante setenta años, hasta que se produjo el colapso del Sacro Imperio Romano Germánico.

La pobreza y escasa población de Suecia hacían que el país no estuviera preparado para adoptar un estatus imperial.

Sin embargo, a mediados del siglo XVII, con Francia como firme aliada, la incompatibilidad entre su poder y sus pretensiones no resultaba tan obvia.

Un gobierno cuidadoso permitiría el dominio permanente de la costa del Mar Báltico, pero dejaba poco espacio para errores.

Cerca de seiscientos colonos suecos se establecieron en esa zona ese año.

Más adelante, este pueblo se convirtió en la actual ciudad de Wilmington (Delaware).

El control sueco sobre la región duró diecisiete años; en septiembre de 1655, bajo la dirección del gobernador Johan Rising, Nueva Suecia fue atacada por la vecina colonia neerlandesa de Nuevos Países Bajos y anexada a esta última.

[5]​ La cesión que la Corona había hecho a la nobleza de tierras y vasallos para premiar su participación en las guerras, había suscitado el descontento de los campesinos, opuestos a la servidumbre que imponía la aristocracia en sus propiedades.

Principalmente un soldado, dirigió su ambición hacia la gloria en combate, pero también se trataba de un hábil político: Al tiempo que reforzaba el poderío militar, entendió que era necesaria una mayor unidad interna para ejercer una firme política exterior.

El tercer estado, abrumado por impuestos, protestó ante esta decisión, y la dieta hubo de ser suspendida.

En 1659, Carlos X Gustavo atacó sorpresivamente a Dinamarca y emergió triunfante, logrando grandes ventajas para su reino en el Tratado de Roskilde, para morir posteriormente por enfermedad.

Dinamarca-Noruega también se vio obligada a reconocer la independencia del ducado de Holstein-Gottorp.

Por este tratado, el zar rendía a Suecia las provincias bálticas de Ingria, Estonia y Kexholm.

Más aún, las fronteras suecas dividían grupos étnicos, con poderosos vecinos esperando la oportunidad de reunirlos.

Suecia había ganado una influencia política considerable en el Viejo Continente, que sin embargo se veía ensombrecida por la pérdida de prestigio moral.

El grupo aristocrático prevaleció, trayendo consigo un desprestigio moral que se hizo notorio para sus vecinos.

La administración se caracterizaba por su lentitud y despreocupación, lo que conllevó a una negligencia total en sus tareas.

Suecia se encontraba a dos aguas entre Luis XIV de Francia y sus adversarios para controlar los Países Bajos Españoles.

Aunque Suecia nunca hubiera conseguido estas concesiones actuando sola, Carlos XI guardó un creciente resentimiento contra Luis XIV.

Actuaba sobre el principio de que los terrenos privados podrían ser cuestionados, pues en algún momento habían pertenecido a la Corona.

Los ingresos obtenidos por la Corona tras la Reduktion son inestimables, aunque gracias a ellos, junto con una economía rígida y cuidadosa administración, Carlos XI redujo la deuda nacional en tres cuartas partes.

Carlos XI reorganizó el indelningsverk, un sistema militar que ligaba ejército y tierras.

Anteriormente existía un servicio militar obligatorio, pero se había mostrado inadecuado además de impopular, y fue abolido en 1682 por Carlos XI.

Tras asegurarse el apoyo de Inglaterra y Holanda, potencias marítimas que temían que Dinamarca-Noruega cerrara el acceso al Báltico, dirigió la primera campaña contra su primo Federico IV de Dinamarca.

Rusia comenzó la guerra invadiendo Estonia y Livonia, a lo que Carlos XII respondió atacando la guarnición rusa en la batalla de Narva.

Tras conquistar varias ciudades de la Mancomunidad, depuso al rey Augusto e instauró en el trono a un títere: Estanislao I Leszczynski.

Los suecos, poco acostumbrados al árido clima de Ucrania, sufrieron grandes bajas, en las que influyeron los partisanos rusos, mientras el apoyo polaco se veía disminuido por los problemas internos que debía afrontar Estanislao Leszczynski.

Siete años más tarde, Carlos XII regresó a Suecia y comenzó una nueva guerra contra Noruega.

Sin embargo, sus gestiones no fueron suficientes para detener la ofensiva rusa en Finlandia, y en 1721 se vio obligado a firmar el Tratado de Nystad.

Suecia perdía Livonia, Estonia, Ingria y una parte de Carelia en beneficio del Imperio ruso.

Retrato del rey Gustavo II Adolfo .
Retrato de la reina Cristina de Suecia .
Canciller Axel Oxenstierna .
Suecia en 1658, tras el Tratado de Roskilde .
Los daneses capturan Kristianstad en Escania en 1676. Pintura de Claus Møinichen.
Rey Carlos XI.
Victoria sueca en Narva, óleo de Gustaf Cederström , 1910.
Carlos XII , 'Carolus Rex' de Suecia.
Tratados del siglo XVIII . En azul se aprecian las pérdidas suecas tras la Paz de Nystad .