Después de las victorias en 1700, Rusia y Dinamarca cayeron como potencias militares, pero a Carlos XII le fue imposible finalizar la guerra ocho años antes de que pudiera llegar a acordar la paz con Sajonia y Polonia.
Como represalia, Carlos XII ordenó un golpe fatal al corazón de Rusia, con un ataque directo a Moscú.
Las pésimas condiciones de las comunicaciones durante la primavera y el principio del verano en la llanura rusa, estación en la que se produce el deshielo combinado con las lluvias (raspútitsa), hicieron intransitables los caminos y ralentizaron enormemente la marcha de la columna.
Sin comunicación directa entre las dos fuerzas, el rey Carlos XII aguardó la llegada de Lewenhaupt a unos 130 kilómetros, pero, desconociendo la distancia que le separaba de la columna de abastecimientos, la paciencia del soberano sueco se colmó y decidió dirigirse hacia el sur, hacia Ucrania, donde encontraría nuevos abastecimientos y un mejor clima.
Con esta defensa táctica (que recordaba el sitio de Alesia por César en 52 AC, donde a su vez fue sitiado por los galos) las fuerzas suecas quedaron confinadas entre los muros de la fortaleza y las líneas rusas envolventes.
Esta circunstancia le obligó a transferir el mando al mariscal de campo Carl Gustaf Rehnskiöld.
Ésta quedó frente a la infantería rusa del centro, comandada por Pedro I en persona.
A las 10:30 otra sección de caballería rusa, comandada por general Bauer, atacó el flanco y la retaguardia izquierda suecas, rompiendo sus líneas en 15 minutos.
Los rusos persiguieron a los suecos que se dirigían al río Dniéper, logrando tres días más tarde la rendición en Perevolochna, el 1 de julio.
Carlos XII logró atravesar el río Prut, junto con su guardia personal y algunos altos oficiales, dirigiéndose luego a la ciudad de Bender en el Imperio otomano, donde encontró refugio.