Escuela de Salamanca

[1]​ Los temas de estudio se centraron principalmente en el hombre y sus problemas prácticos (morales, económicos, jurídicos...), aunque no se trata ni mucho menos de una doctrina única aceptada por todos, como lo prueban los desacuerdos o, incluso, las agrias polémicas entre ellos, que demuestran la vitalidad intelectual de la Escuela.

En el Renacimiento la teología estaba en decadencia frente al pujante humanismo, con la escolástica convertida en una metodología vacía y rutinaria.

En una época en la que la religión (catolicismo, protestantismo, islamismo...) impregnaba todo, analizar la moralidad de los actos era el estudio más práctico y útil que se podía hacer para servir a la sociedad.

Pero como una casuística nunca podía ser completa, también se buscó una regla o principio más general.

Desarrollado principalmente por Bartolomé de Medina y continuado por Gabriel Vázquez y Francisco Suárez, el probabilismo llegó a convertirse en la escuela moral más importante de los siglos siguientes.

Vitoria proporcionó una imagen nueva de la divinidad para intentar explicar la presencia del mal en el mundo.

Vitoria explicó esta paradoja apelando al libre albedrío humano.

Esta polémica se desató, a finales del siglo XVI, entre jesuitas y dominicos sobre la gracia y la predestinación, es decir, cómo se puede conciliar el libre albedrío con la omnipotencia de Dios.

Esta doctrina ensalzaba el libre albedrío humano en detrimento del pecado original y de la gracia otorgada por Dios.

Este surge de la misma naturaleza, y todo aquello que exista según el orden natural comparte ese derecho.

El más destacado en este sentido posiblemente fue Francisco Suárez, cuya obra Defensio Fidei Catholicae adversus Anglicanae sectae errores (1613) fue la mejor defensa de la época de la soberanía del pueblo.

Extrapoló sus ideas de un poder soberano legítimo sobre la sociedad al ámbito internacional, concluyendo que este ámbito también debe regirse por unas normas justas y respetuosas con los derechos de todos.

[3]​ Otros, como Koskenniemi, han argüido que ninguno de estos pensadores humanistas ni escolásticos fundaron el derecho internacional en el sentido moderno poniendo, en cambio, los orígenes en la época posterior a 1870.

Mientras que el ius inter gentes, que correspondería al derecho internacional moderno, era común a la mayoría de países (por ser un derecho positivo, no natural, no tiene porqué ser obligatorio a todos los pueblos), el ius intra gentes o derecho civil es específico de cada nación.

Incluso es preferible un acuerdo regular, aun siendo la parte poderosa, antes que comenzar una guerra.

Tampoco eran aceptables el primado universal del emperador, la autoridad del Papa (que carece de poder temporal) ni un sometimiento o conversión obligatorios de los indios.

No se les podía considerar pecadores o poco inteligentes, sino que eran libres por naturaleza y dueños legítimos de sus propiedades.

Cuando los españoles llegaron a América no portaban ningún título legítimo para ocupar aquellas tierras que ya tenían dueño.

Vitoria también analizó si existían motivos que justificarían algún tipo de dominio sobre las tierras descubiertas.

El segundo título hace referencia a otro derecho cuya obstaculización también era una causa de guerra justa.

Quizá el aspecto que ha hecho recientemente más famosa esta Escuela es por sus investigaciones sobre la economía.

Desgraciadamente, no hubo continuación desde finales del siglo XVII, y muchas de sus aportaciones acabaron olvidadas para ser redescubiertas décadas después.

Desde un punto de vista actual se puede decir que era una consulta sobre la legalidad del espíritu emprendedor.

Las órdenes mendicantes consideraban la posesión de bienes y la propiedad privada como, al menos, moralmente objetables.

[5]​[6]​ En relación con el precio justo de las mercancías, Francisco de Vitoria señala la necesaria y fundamental distinción entre las cosas que son necesarias para la vida y las que no lo son:

La usura (tal como se denominaba en aquella época a cualquier préstamo con interés) siempre había sido muy mal vista por la Iglesia.

En la economía medieval los préstamos eran consecuencia de la necesidad (mala cosecha, incendio en el taller) y, en dichas condiciones, no podía menos que ser moralmente reprobable el cobrar un interés por ello.

En el Renacimiento la mayor movilidad de las gentes propició un aumento del comercio y la aparición de condiciones apropiadas para que los emprendedores iniciasen negocios nuevos y lucrativos.

Por último, y una de las aportaciones más originales, estaba la consideración del dinero como una mercancía por la cual se puede recibir un beneficio (que sería el interés).

El matemático portugués Pedro Nunes (Petrus Nonius) fue profesor de Salamanca entre 1538 y 1544.

Alumnos en un aula de la Universidad de Salamanca , siglo XVII .