El papa Benedicto XIV lo llamó «luminaria» de la teología.
Entre estos eventos dio una conferencia a los estudiantes jesuitas sobre De anima, de Aristóteles, y regresó a Alcalá para estudiar hebreo.
Posteriormente enseñó teología moral dos años en el colegio de Ocaña, dos más en Madrid, y durante algún tiempo en Alcalá.
A partir de ahí, aunque todavía no tenía treinta años de edad, fue llamado a Roma para ocupar el mismo cargo en el Colegio Romano.
Permaneció seis años en Roma, para después volver a Alcalá, donde fue profesor de teología hasta su muerte.