Los animales inferiores tienen, además, los poderes de percepción sensorial y movimiento propio (acción).
Algunos comentaristas han sugerido que el término alma de Aristóteles se traduce mejor como fuerza vital.[¿quién?]
[7] Comienza admitiendo que intentar definir el alma es una de las preguntas más difíciles del mundo.
Por lo tanto, debemos buscar tales operaciones del alma para determinar qué tipo de naturaleza tiene.
Al dividir la sustancia en sus tres significados (materia, forma y lo que está compuesto de ambos), muestra que el alma debe ser la primera actualidad de un cuerpo naturalmente organizado.
Algunos animales tienen además la capacidad de la memoria, la imaginación y el movimiento propio.
El posible intelecto es una "tabula rasa" y el almacén de todos los conceptos, es decir, ideas universales como la de "triángulo", "árbol", "hombre", "rojo", etc. Cuando la mente desea pensar, el intelecto agente recuerda estas ideas del intelecto paciente y las combina para formar pensamientos.
Por ejemplo, cuando un estudiante aprende una prueba del teorema de Pitágoras, su intelecto agente abstrae la inteligibilidad de todas las imágenes que su ojo siente (y que son el resultado del traspaso de las percepciones sensoriales a espíritus inmateriales), por ejemplo, los triángulos y cuadrados en los diagramas, y almacena los conceptos que conforman la prueba en su intelecto paciente.
Cuando se desea recordar la prueba, por ejemplo, para la demostración en clase al día siguiente, el intelecto agente recuerda los conceptos y sus relaciones del intelecto paciente y formula las declaraciones que conforman los argumentos en la prueba.
[8] El argumento, tal como lo interpreta Santo Tomás de Aquino, es algo así: en toda naturaleza que a veces es en potencia o en acto, es necesario postular un agente o causa dentro de ese género que, al igual que el arte en relación con su respectiva materia, pone el objeto en acción.
Un argumento para su existencia inmaterial es el siguiente: si la mente fuera material, tendría que poseer un órgano de pensamiento correspondiente.
Probablemente se basa en un original griego que ya no existe, y que se sincronizó aún más en el proceso heterogéneo de adopción en la literatura árabe temprana.
Avicena escribió un comentario sobre De Anima, que fue traducido al latín por Miguel Escoto.
Averroes usó dos traducciones árabes, en su mayoría basadas en la de Ishaq ibn Hunayn, pero ocasionalmente citó la más antigua como una alternativa.