En pocas semanas, todas las grandes potencias europeas estaban en guerra y el conflicto se extendió a muchas otras áreas geográficas.
Al calor de la Primera Guerra Mundial se fraguó la revolución rusa, que concluyó con la creación del primer Estado en la historia autodenominado socialista: la Unión Soviética.
Aunque reacio a establecer alianzas con sus potenciales aliados —rasgo habitual de la política exterior del Imperio británico, que él mismo denominaba como «espléndido aislamiento»— Reino Unido temía cada vez más la expansión militar y naval alemana, por lo que en 1904 firmó una serie de acuerdos con Francia, conocidos como la Entente Cordiale y tres años después firmó la Entente anglo-rusa (1907).
En el mar, la Entente, gracias al Imperio británico, era muy superior a sus oponentes y un bloqueo naval sobre Alemania era más que posible.
[87] La bien elaborada estrategia alemana proporcionaba instrucciones detalladas y al mismo tiempo permitía una libertad de acción considerable a los oficiales ante las eventualidades imprevistas en primera línea del frente.
La Hochseeflotte comandada por el vicealmirante alemán Reinhard Scheer se enfrentó contra la Gran Flota al mando del almirante británico John Jellicoe.
Estas tácticas, dadas las ventajas y contramedidas alemanas, resultaron un fracaso, o por lo menos no condujeron a ningún éxito sonado.
[128] El ejército ruso, con enormes pérdidas, logró mantener su superioridad numérica y evitó que Alemania pudiera enviar de vuelta tropas al frente occidental.
El Reino Unido hizo uso de las fuerzas conjuntas australianas y neozelandesas, las Australian New Zealand Army Corps (más conocidas como ANZAC), que se entrenaban en Egipto para su futuro despliegue.
Los esfuerzos aliados en las zonas ocupadas en Galípoli resultaron inútiles a lo largo de los meses que duró la campaña, debido a la inesperada y fuerte resistencia otomana, en especial las fuerzas dirigidas por Mustafa Kemal, al mando de la 19.ª División, y el 5.º Ejército Otomano bajo el mando del general alemán Otto Liman von Sanders.
Las expectativas alemanas pronto se vieron frustradas ante la fuerte resistencia francesa y el escaso avance, con magras conquistas sin valor táctico.
Los franceses decidieron defender a toda costa la fortaleza de Verdún con el general Philippe Pétain al mando, cuya actuación lo convirtió en «héroe nacional».
El Somme fue la batalla con más bajas del frente occidental y tuvo un impacto moral especialmente intenso en Reino Unido, trauma que aún perdura en la memoria británica.
Ante el miedo a no poder resistir una nueva ofensiva italiana, Austria solicitó apoyo alemán, que aportó al 14.º Ejército de Von Bulow.
Ese mismo día, el OHL alemán informó a los líderes del país en Berlín que las conversaciones para la firma de un armisticio eran inevitables.
[218] La desaparición del frente macedonio significó para las tropas aliadas que el camino hacia Budapest y Viena quedaba despejado.
[231] Al contrario que en otros países el servicio militar obligatorio no se impuso hasta 1916, aunque la ley fue modificada con el paso de los años: por ejemplo en su primera versión los hombres casados estaban exentos de ser llamados a filas, al igual que miembros del clero[232] u hombres casados y con hijos.
En Estados Unidos el reclutamiento comenzó en 1917 y en general fue bien recibido por la opinión pública, aunque se produjeron algunos conatos de rebelión en zonas rurales aisladas.
Este desequilibrio, descrito como «un ejército formado por soldados desafectos dirigidos por oficiales de estilo colonial», contribuyó en gran medida a la pobre actuación austriaca en la guerra.
Una de las cabezas visibles nacionalistas más destacadas y populares fue Gabriele D’Annunzio, quien promovió el irredentismo italiano e influyó en la opinión pública del país para que este interviniese en la guerra.
[256] El Partido Socialista Italiano decidió oponerse a la guerra después de que tres anarquistas antimilitaristas murieran tiroteados por los carabinieri durante una manifestación, a lo que siguió la llamada semana roja, una huelga general organizada en protesta por el suceso y cuyos efectos quedaron presentes en la memoria del país por largo tiempo.
[257] El Partido Socialista decidió entonces expulsar a sus miembros más nacionalistas y favorables al conflicto, entre los que se encontraban destacados dirigentes como Benito Mussolini o Leonida Bissolati.
Aunque minoritarias, estas facciones anti bélicas estarían llamadas en los años posteriores a un gran protagonismo en la posguerra, especialmente en Rusia y Alemania.
Al contrario que su predecesor, abogó apenas cinco días después de su nombramiento por hacer todo lo posible para restablecer la paz.
Las publicaciones críticas con el gobierno fueron censuradas y sus responsables cumplieron largas condenas de prisión por considerar sus escritos «declaraciones antipatrióticas».
[294] A las consecuencias macroeconómicas, le siguieron las microeconómicas: el trabajo en las familias se alteró por la salida al frente de muchos hombres.
A geólogos como Albert Ernest Kitson se les encomendó la búsqueda de nuevos recursos y minerales preciosos en las colonias africanas.
La situación se volvió especialmente dura en Alemania, donde una sucesión de motines, rebeliones militares y huelgas acabaron colapsando el frente interior en apenas semanas.
Mientras tanto, las nuevas naciones independizadas o que se libraban de la ocupación alemana sufrida durante la guerra vieron el tratado como un reconocimiento a las injusticias cometidas por las principales potencias contra pequeños países.
Para esto hubo que esperar a 1939, cuando fue estrenada por la conocida cantante alemana Lale Andersen ya con el nombre de Lili Marleen.