Los cambios técnicos siguieron ocupando una posición central, junto a las innovaciones técnicas concentradas, esencialmente, en nuevas fuentes de energía como el gas y la electricidad, nuevos materiales como el acero y el petróleo; nuevos sistemas de transporte (avión, automóvil, nuevas máquinas a vapor) y comunicación (radio, teléfono) indujeron transformaciones en cadena que afectaron al factor trabajo, al sistema educativo y científico, al tamaño de la gestión de las empresas, a la forma de organización del trabajo, al consumo, hasta desembocar también en la política.
[2] Entre los cambios sucedidos en los países que vivieron la industrialización durante este periodo destacan las innovaciones tecnológicas, los cambios organizativos en las empresas, los mercados y el nacimiento de lo que podría considerarse esta como la primera globalización.
Según David Landes, existen por lo menos tres acepciones o modos de uso del término: a) el que hace referencia al conjunto de innovaciones tecnológicas que sustituyen la habilidad humana por maquinaria y la fuerza animal por energía, y que provocan el paso de la producción artesanal a la fabril; b) aquel que se utiliza para remarcar un cambio tecnológico rápido e importante en algún periodo histórico determinado o como secuencias de innovaciones determinadas; y c) hace referencia específica al periodo del siglo XVIII en el cual se da un cambio económico y social al pasar de una producción agraria y artesanal a otra mecanizada o industrial iniciada en Inglaterra y expandida desigualmente a Europa continental.
Durante la Primera Revolución Industrial el hierro se aplicó casi exclusivamente al ferrocarril.
Así, mientras que en 1840 el desarrollo ferroviario era todavía escaso y en Europa solo nueve países habían construido alguna línea ferroviaria, con una red en todo el continente de menos de 4000 kilómetros y solo cuatro países (Gran Bretaña, Alemania, Francia y Bélgica) habían superado los 300 kilómetros, en Estados Unidos en esa misma fecha se habían construido 4510 kilómetros.
España fue el décimo país del mundo, en 1848, en inaugurar una línea ferroviaria, la de Barcelona a Mataró, aunque en 1837 ya había entrado en funcionamiento el ferrocarril entre La Habana y Güines en la Cuba española; a estos les siguió en 1851 la línea entre Madrid y Aranjuez.
[5] Durante el siglo XVIII, la población europea experimentó un espectacular crecimiento generado por múltiples factores.
En este escenario, los bancos tuvieron un nuevo papel decisivo para la transformación del capitalismo en un fenómeno que caracterizó a la segunda mitad del siglo XIX y a la primera del siglo XX: el imperialismo (es decir, los intentos de establecer o mantener una soberanía formal de una potencia determinada sobre otras sociedades subordinadas a esta).
En el desarrollo de la ciencia y la investigación pura, los alemanes invirtieron más pesadamente que los británicos, especialmente en la industria química.
Esto proporcionó un mercado grande para los productos de acero innovadores y facilitó el transporte.
En Estados Unidos la Segunda Revolución Industrial se asocia comúnmente a la electrificación según lo iniciado por Nikola Tesla, Thomas Alva Edison y George Westinghouse y por la gerencia científica según lo aplicado por Frederick Winslow Taylor.
La restauración Meiji emprendió una serie de reformas que tenían como propósito romper el aislamiento en que había permanecido el país y eliminar los obstáculos al crecimiento económico impuestos por el régimen de gobierno antecesor, tomando como modelos de referencia a los países occidentales, principalmente Estados Unidos, que habían ingresado en su territorio.
Para principios del siglo XX, Japón había logrado consolidar un importante crecimiento industrial y despuntado como potencia económica.
No obstante, en el último tercio del siglo XIX se evidenció un relativo descenso en dicho crecimiento. '