La revolución condujo al establecimiento de una monarquía constitucional limitada y a la Duma Imperial.
Mientras estas reformas habían liberalizado las estructuras económicas, sociales y culturales, el sistema político permaneció prácticamente inalterado.
No era un grupo unificado, sino más bien un vasto espectro de células radicales escondidas, cada una con su propio ideario.
Otros pensadores expusieron que el campesinado ruso era una fuerza extremadamente conservadora, leal al hogar, pueblo o comunidad, y a nadie más.
Fue sucedido por Alejandro III, un ferviente conservador, marcadamente influido por Konstantín Pobedonóstsev, un devoto del gobierno autocrático.
El primer grupo marxista ruso se formaría en 1883, aunque no alcanzaría un tamaño relevante hasta 1898.
Pretendió incrementar los ingresos del Estado impulsando la economía y atrayendo a inversores extranjeros.
El crecimiento económico se concentraría en unas pocas regiones, que incluían a Moscú, San Petersburgo, Ucrania y Bakú.
El Partido Social-Revolucionario (SR) se fundó en Járkov en 1900, y su «Organización de Combate» (Boyeváya Organizátsiya) asesinó muchas figuras políticas importantes hasta 1905 e incluso después; entre éstas se encuentran dos ministros del Interior, Dmitri Serguéyevich Sipiaguin en 1902 y su sucesor, el tan odiado Viacheslav von Pleve, en 1904.
La evidente desigualdad de la emancipación estaba siendo revisada, al tiempo que los campesinos protestaban quemando granjas en todo el país.
El zar Nicolás II, mientras tanto, no se encontraba en la ciudad; la había abandonado temiendo por su seguridad.
La represión del Domingo Sangriento hizo posible que muchos elementos de la sociedad rusa emprendieran una protesta activa.
Cada grupo tenía sus propios objetivos, e incluso dentro de clases similares no existía un liderazgo predominante.
La magnitud del odio desencadenado tenía relación directa con la condición de los campesinos; así, en las regiones de Livonia y Curlandia, los campesinos sin tierra atacaron e incendiaron en abundancia, mientras que en Grodno, Kovno y Minsk, donde la situación era menos desesperada, hubo menos daños.
Creyendo que una reforma agraria era inminente, los campesinos quisieron aplicarla anticipadamente pero fueron firmemente reprimidos.
Esta actividad se propagó rápidamente a otros centros industriales en Polonia, Finlandia y la costa báltica.
En marzo, todas las universidades fueron obligadas a cerrar hasta fin de año en tanto docentes y alumnos eran «animadores» de las huelgas y protestas, haciendo que se unieran estudiantes radicales a los trabajadores en huelga.
estalló una huelga general de los ferrocarriles: no habría ningún tren en activo en todo el Imperio ruso.
se entregó al zar el Manifiesto de Octubre, escrito por Witte y Alekséi Obolenski.
[2] Cuando se proclamó el manifiesto hubo manifestaciones espontáneas de apoyo en todas las grandes ciudades.
Las huelgas de San Petersburgo y otros lugares fueron oficialmente desconvocadas o fracasaron poco tiempo después.
Una semana después, se desplegó el regimiento Semiónovski, que empleó la artillería para dispersar las manifestaciones y bombardear los distritos obreros.
En la primera Duma se eligieron 170 kadéts, 90 Trudovikí, 100 representantes campesinos apolíticos, 63 nacionalistas de distintos grupos, y 16 octubristas.
Confirmó al zar como gobernante absoluto, con control total del ejecutivo, política exterior, Iglesia y Fuerzas Armadas.
Conocido posteriormente como el «político más destacado de la última Rusia Imperial», Witte fue reemplazado por Iván Goremykin, un lacayo del zar.
Tras haber demandado una liberalización más profunda, y servido como plataforma para «agitadores», la Primera Duma fue disuelta por el zar en julio de 1906.
Las subsiguientes escisiones mantuvieron a los radicales desorganizados hasta el nuevo impulso de la Primera Guerra Mundial.