[4] La Primera Guerra Mundial no solo modificó las fronteras alemanas ya que otros dos grandes imperios, el austrohúngaro y el ruso, también sufrieron enormes pérdidas territoriales.
En el este, la Rusia bolchevique perdió el control de los países bálticos y tuvo que hacer frente a una sangrienta guerra civil.
Del Tratado de Versalles surgieron entonces once nuevos Estados, que debían servir como barreras contra la expansión germana y soviética.
Aunque la Triple Entente humilló a Alemania, la mayoría del territorio perdido era poco productivo;[10] y el núcleo industrial alemán permaneció intacto.
Esto hizo que muchos europeos, especialmente las clases medias y la burguesía, temieran una violenta revolución comunista en sus propios países.
Al finalizar la Primera Guerra Mundial, casi todas las pequeñas naciones de Europa oriental habían implementado sistemas democráticos.
[19] Sin embargo, al inicio de la Segunda Guerra Mundial, estos sistemas habían sido reemplazado por gobiernos autoritarios.
Los socialdemócratas estaban recuperando los votos perdidos luego del Tratado de Versalles, y los nazis eran una pequeña minoría en el Parlamento.
Por otro lado, Austria y Alemania estaban recibiendo préstamos estadounidenses que, junto con el comercio externo, constituían la principal fuerza motriz de su economía.
Mientras que la opinión pública alemana deseaba restablecer las fronteras previas a la guerra en el este, los nazis iban más lejos.
Con esta campaña, Mussolini planeaba preparar su ejército para ejercer una futura política exterior agresiva y para hacerse un lugar entre las potencias mundiales.
Maxim Litvinov se convirtió entonces en una de las principales voces contra el expansionismo nazi; sin embargo, Stalin no estaba interesado en combatir directamente a Alemania.
En la Primera Guerra Mundial, bajo falsas promesas de independencia, el Reino Unido había compensado su inferioridad numérica en frentes lejanos recurriendo a líderes nativos;[35] pero ahora era más probable que esas fuerzas indígenas se levantasen en su contra, como efectivamente ocurrió en Irak.
[34][36] Por otro lado, muchos anticomunistas occidentales consideraban que una Alemania fuerte era la mejor garantía contra la expansión del comunismo soviético.
[38] El 26 de octubre se creó el Eje Roma-Berlín, un tratado simbólico para Mussolini,[32] que sirvió para hacer parecer débil la causa francesa, defensora del statu quo.
La victoria política de Chamberlain fue efímera ya que, bajo estas condiciones, este Estado quedaba extremadamente vulnerable ante Alemania.
Además, muchos estadounidenses creían que la última guerra había sido iniciada por conflictos entre imperios, y también criticaban el Tratado de Versalles.
Finalmente, claman que Stalin, temeroso de una insurrección en su contra, prefirió sacrificar el Estado colchón polaco para apaciguar a la Alemania Nazi.
Durante este tiempo, estuvo ofreciendo garantías al Imperio Británico y exigiendo la visita de un plenipotenciario polaco; sin obtener respuesta.
Aunque la guerra en Europa comenzó con la invasión en Polonia, no adquirió un carácter mundial hasta que, uno a uno, varias naciones de otros continentes se fueron sumando al conflicto europeo.
Historiadores italianos aseguran que Mussolini, manteniéndose fuera del conflicto, planeaba romper su alianza con Alemania y, tal vez, intentar renegociar con los británicos.
El Segundo arbitraje de Viena fue visto por los bolcheviques como una violación del Pacto Nazi-Soviético, y protestaron por no haber sido informados con antelación.
Pronto llegaron las potencias coloniales europeas, quienes también firmaron tratados comerciales con Japón, generando inestabilidad económica y política en la pequeña nación.
Esta inestabilidad ocasionaría la caída del Shogunato Tokugawa, que había gobernado Japón por más de 260 años, y dio inicio a un nuevo período conocido como la Restauración Meiji.
Sin embargo, la alegría japonesa duró poco, ya que las potencias europeas reaccionaron negativamente ante la perspectiva de compartir el "melón chino" con la advenediza nación nipona.
En 1904, inició otra guerra por el control de Liaodong, esta vez con Rusia, atacando por sorpresa a su flota en Port Arthur.
No obstante, la victoria japonesa sobre Rusia y la cada vez mayor influencia nipona en China habían despertado una sensación de alarma en la opinión pública estadounidense.
En 1909, Taft fue elegido presidente y pronto empezó a utilizar el potencial económico estadounidense para menoscabar la influencia japonesa en Manchuria, alegando seguir sus principios morales.
Bajo estos acontecimientos, en la mente de muchos militares japoneses la eventual guerra con Estados Unidos se hizo inevitable.
Las relaciones sino-japonesas pronto alcanzaron un nuevo punto bajo, y se generó fricción entre las tropas de ambos países presentes en China.