El mando militar austrohúngaro dispuso construir trincheras rápidamente, y los italianos sufrieron bajas importantes durante sus avances.
Durante las primeras dos semanas de la primera Ofensiva del Isonzo, el ejército italiano perdió sesenta mil hombres entre muertos y heridos, ganando apenas unos pocos kilómetros de territorio.
Pese a este triunfo, los convencionales ataques frontales masivos ordenados por Cadorna resultaron bastante predecibles e ineficaces y tuvieron como consecuencia la muerte de un gran número de experimentados oficiales y soldados, aunque cabe alegar que semejante estrategia era seguida por casi todos los jefes militares europeos durante las primeras fases de la Primera Guerra Mundial.
Oculto en la niebla, el ejército austro-alemán tomó a sus enemigos totalmente por sorpresa, penetró rápidamente las defensas italianas con el uso de tropas altamente móviles, e inició una vigorosa ofensiva que expulsó a los italianos de sus posiciones en pocos días.
Ante el desastre bélico, Cadorna fue cesado del mando, destinado a un puesto administrativo, y reemplazado por el general Armando Diaz.
La opinión pública italiana también se mostró hostil a Cadorna por su despilfarro de hombres y material en las ofensivas del Isonzo, su rigor disciplinario tan cruel como inútil, y por el resultado de Caporetto.
Sin embargo, cuando Benito Mussolini llegó al poder en 1924, aceptó designar al ya retirado Cadorna como Mariscal de Campo, aunque ello no acalló las críticas oficiales sobre su desempeño en la "gran guerra".
Entre los círculos católicos es mundialmente conocido por una supuesta bilocación del Padre Pio de la que fue testigo el militar cuando tras la derrota en una importante batalla se disponía a suicidarse.