Cuando acabó la batalla, ambos bandos habían comprobado hasta qué punto podía ser mortífera la guerra moderna.
En ella se decidió que durante el año siguiente se realizarían tres ofensivas simultáneas contra las Potencias Centrales, con la esperanza de que estos fuesen incapaces de resistir una guerra en todos los frentes.
Lo que los aliados no sabían es que el enemigo había construido todo tipo de fortificaciones en la zona, tanto convencionales como subterráneas, lo cual iba a hacer la invasión mucho más difícil de lo esperado inicialmente.
Conforme se estancaba el cada vez más sangriento frente de Verdún, el propósito del Somme evolucionó hasta convertirse más en una maniobra que distrajera a los alemanes y aliviara su presión sobre Verdún que en realizar un golpe maestro capaz de desbaratar por completo la estrategia germana.
El propio Haig había sido ascendido de forma meteórica, ya que se había incorporado a la guerra como Comandante del I Cuerpo Británico antes de dirigir el I Ejército y más adelante la FEB, compuesta por cuatro ejércitos (cinco más adelante) que comprendían 60 divisiones.
A ellas se oponían las tropas del 2º Ejército alemán dirigidas por el general Fritz von Below.
Algunas divisiones británicas también fueron capaces de alcanzar ciertos éxitos, según relata el historiador Martin Middlebrook:
A las 22:00 horas, el comandante del 4.º Ejército Británico, teniente general Henry S. Rawlinson, ordenó que se reanudaran los combates.
Debido a la confusión generalizada y las pobres comunicaciones, los mandos británicos tardaron algunos días en darse cuenta de la escala del desastre.
Actualmente se sabe que entonces había quedado abierto un agujero considerable en las defensas alemanas desplegadas entre Ovillers (situada junto a la carretera) y Longueval.
Mientras que Haig pretendía mantener una presión constante sobre el enemigo, Joffre y Foch apostaban por reservar sus fuerzas mientras se preparaban para un golpe mayor.
Aunque los combates sobre Verdún se seguirían produciendo hasta diciembre, serían ya los franceses quienes dictasen realmente el curso de los mismos.
Por su parte, Fritz von Below se vio obligado a pedir refuerzos para poder mantener el frente estable sobre el Somme, pues no podría aguantar durante mucho tiempo combatiendo con una relación de fuerzas de 3 (y a veces 4) contra 1.
Gallwitz fue nombrado así mismo comandante en jefe de todos los ejércitos desplegados en el Somme.
Mientras tanto, la 9.ª División (compuesta por escoceses y en menor medida sudafricanos) conquistó Longueval y avanzó hasta los límites del bosque de Elville, donde tuvo que detenerse al ser incapaz de vencer la resistencia alemana en la granja Waterlot.
En el 7.º Batallón, la cifra de bajas llegó a los doscientos soldados y ocho oficiales.
Esta posición podía haber sido tomada por la infantería a primera hora de la mañana, pero cuando la caballería estuvo preparada para hacerlo los alemanes ya habían tenido tiempo de reorganizarse y opusieron una encarnizada resistencia.
Los combates en este bosque, así como en el de Elville y en torno a Longueval, se prolongaron durante varios días.
En el sector norte no se consiguió un progreso apreciable durante las primeras semanas de julio.
No obstante, se consideró que las tropas habían trabajado con eficacia y dos soldados australianos fueron condecorados con la Cruz Victoria.
En vista de esto, se decidió sustituir a los agotados australianos por tropas canadienses más frescas.
Hindenburg y Luddendorff, descontentos con la manera en la que Falkenhayn había llevado el frente occidental en general, decidieron emplear una estrategia defensiva totalmente nueva.
La ofensiva fue realizada por once divisiones británicas (nueve del 4.º Ejército y dos de la reserva formada por soldados canadienses) a las que se unieron posteriormente cuatro destacamentos franceses.
Sin embargo, los tanques no fueron tan fiables como en principio pudiera parecer, ya que seguían siendo vulnerables a la artillería pesada, sufrían constantes fallos mecánicos y quedaban prisioneros de los obstáculos más grandes.
La recién llegada 41.ª División, apoyada por el tanque D-17, se apoderó de la población de Flers, mientras que la División neozelandesa del XV Cuerpo Británico hacía lo propio con las líneas alemanas situadas junto a la ciudad.
En el flanco izquierdo, la 2.ª División canadiense tomó Courcelette tras una dura batalla en la que también participaron tanques.
Hacia el final de la batalla, los ejércitos alemán y británico se habían reducido hasta llegar a ser lo mismo: simples milicias.
Los mandos alemanes comprendieron que sus tropas no podrían soportar nuevas batallas de desgaste como la del Somme.
Esto se refleja perfectamente en las palabras del oficial alemán Friedrich Steinbrecher, quien definió la batalla como:
Sin embargo, ya en su momento comenzó a desarrollarse cierto escepticismo acerca de estas cifras y el sistema utilizado para calcularlas.