Tras la sublevación republicana del 5 de octubre de 1910, que derrocó al rey Manuel II, en 1911 se aprobó una constitución republicana, inaugurando un régimen parlamentario con escaso poder en manos del presidente y un sistema bicameral.
La república provocó importantes fracturas en la sociedad portuguesa, especialmente entre la población rural de corte monárquico, los sindicatos y la Iglesia católica.
Las fuerzas opositoras comenzaron a hacer uso de la violencia como método para acercarse al poder, al no haber tradición política y parlamentaria realmente democrática, en tanto casi todas las facciones políticas pugnaban por transformaciones radicales que acabaran con el inmovilismo que había caracterizado a la Casa de Braganza.
Sidónio Pais también intentó restaurar el orden público, convirtiendo la república en un modelo más aceptable para los monárquicos y los católicos que aún seguían siendo una fuerza política.
Fue durante esta restauración republicana cuando se intentó una reforma para dotar al régimen de una mayor estabilidad.
Las relaciones con la Santa Sede que habían sido restauradas por Sidónio Pais, fueron conservadas.
El Partido Republicano Portugués volvió a ganar por mayoría absoluta, pero el descontento con esta situación no desapareció.
Con esto comenzó una dictadura militar que mantendría la estructura formal de la República, pero cuyo autoritarismo lentamente derivaría en el régimen autocrático conocido como Estado Novo el año 1932.