En la frontera entre ambos colores se encuentra una versión simplificada del escudo nacional (incluyendo la esfera armilar).
Durante las décadas siguientes, los colores fueron ganando popularidad entre el pueblo, pues desde el gobierno se intentó inculcar que esos colores representaban la esperanza de la nación (verde) y la sangre (rojo) de aquellos que habían perdido la vida por la patria.
Con estas medidas se intentó dar un carácter más patriótico que político a la bandera.
La bandera actual constituye un importante cambio en comparación con la evolución que había tenido la enseña nacional durante las diferentes etapas de la historia, puesto que hasta esa época había estado íntimamente asociada a las armas reales.
Además aparecen siete castillos amarillos, de los cuales tres se encuentran en la parte principal.
En cuanto al verde, fue más difícil explicar su inclusión, ya que no había sido un color tradicional en la bandera portuguesa durante el desarrollo de la historia.
Esta presentación festiva no pudo calmar las voces en contra de una bandera que había sido adoptada sin una consulta previa a la población y que representaba al régimen político en vez de a la nación.
Para aumentar la estima hacia la bandera, el gobierno ordenó que se exhibiese en todos los centros educativos, debiéndose explicar sus símbolos a todos los alumnos; los libros de texto usados en las escuelas fueron reformados para que aparecieran los nuevos símbolos nacionales.
El escudo tradicional portugués ha estado presente en casi todas las banderas que se han ido sucediendo.
Según otra leyenda, los escudetes representarían a los cinco reyes moros derrotados en la mencionada batalla.
El dibujo circular es una esfera armilar que sustituyó a la corona de la antigua bandera monárquica.
La primera bandera portuguesa era la utilizada por el primer rey de Portugal en su escudo durante las batallas.
El sucesor de Afonso Henriques, Sancho I sustituiría la cruz azul por cinco quinas del mismo color.
Estos cronistas se refieren a varios castillos, sin especificar cuántos eran, citando los de Albufeira, Aljezur, Cacela, Castromarín, Estômbar, Faro, Loulé, Paderne, Porches y Sagres, por lo que, aunque escriban en una época en la que ya estaba fijado en siete el número de castillos, aluden a un número superior.
Es también en esta época cuando surgen las primeras referencias al uso del término «quina» para designar a los escudetes de las armas nacionales.
Al año siguiente, cuando invade Castilla y es derrotado en la Batalla de Toro, es esta bandera la que transportan sus huestes y es esta bandera la que defiende con valentía el alférez Duarte de Almeida, perdiendo ambas manos en la defensa del estandarte nacional.
Con la subida al trono del hijo de Manuel I, Juan III, se produjeron algunas alteraciones menores en el formato y en la composición del escudo, siguiendo para ello el gusto humanista, típico de la época.
Se estableció la forma ibérica (semicircular) para cerrar la parte inferior del escudo, acompañando las quinas la misma alteración (si bien, es habitual en heráldica que los escudetes como mueble heráldico asimilen su forma a la del escudo mayor.
La presencia de los elementos vegetales podría representar las siguientes teorías: Según parece, dicha bandera habría sido adoptada en 1616.
El propio Juan V usó las armas nacionales asentadas en un pabellón carmesí como su estandarte personal.
A medida que se aproxima el fin del siglo XVIII, la decoración externa al escudo se torna más intrincada y compleja, de acuerdo con los patrones artísticos de la época, influenciados por el rococó.
Se recuperó así un viejo símbolo asociado a la imaginería imperial manuelina para representar al nuevo reino.
Este determinaba que la bandera nacional pasase a ser verticalmente bipartida de blanco y azul, quedando el azul del lado del mástil; sobre el conjunto, al centro, deberían asentarse las armas nacionales, cada mitad sobre cada color.
Se ha generado alguna controversia acerca de las proporciones del blanco y azul en esta bandera.
Puede ondear los días en que haya ceremonias oficiales, u otros actos solemnes, debiendo ser izada in loco.
Se puede izar en monumentos nacionales de carácter civil y militar, o en otros edificios públicos asociados al gobierno central, regional o a la administración local, así como en la sede de las corporaciones públicas y asociaciones.
Los ciudadanos y las instituciones privadas pueden hacer uso de la bandera nacional siempre que se respeten los procedimientos legales existentes.
Si se declara luto oficial, la bandera deberá ondear a media asta durante los días fijados; lo mismo regirá para las banderas que ondeen junto a la enseña nacional durante el luto.
Si los mástiles se encuentran a diferentes alturas, la bandera debe ocupar el punto más alto.
Los mástiles deben ser colocados en sitios dignos, tanto en el suelo como en las fachadas y tejados.