στρατηγοί; en griego dórico: στραταγός, stratagos; literalmente significa: «jefe del ejército») es el planteamiento general utilizado por las organizaciones militares para intentar alcanzar los objetivos fijados.
«El general (strategos) debe estar seguro de poder explotar la situación en su provecho, según lo exijan las circunstancias.
Así se manifestarán también en Troya, donde no se puede ver más que la infancia del arte —la ciudad amurallada, Troya, y el campo atrincherado ofensivo de los griegos—, descubriéndose aun así ciertos elementos de orden.
Cuando el antes citado Alejandro había llegado al apogeo de su gloria ya existía la formidable República romana, que se había hecho poderosa desde la batalla de Zama dada por dos grandes estrategas, Aníbal y Escipión el Africano, quien recibió este sobrenombre por su victoria.
Tras ser derrotada, la reina Teuta se retiró a Rhizon, villa fuerte situada en un pequeño golfo del mar Adriático.
Unidas en su mente las dos ideas de patria y Dios, el juramento militar romano no era vana fórmula de disciplina, sino la consagración absoluta a los dioses que velaban por la patria, y con tal elevación de pensamientos inútiles eran los códigos y reglamentos ya que la distancia jerárquica se establecía por sí misma, la insubordinación podía mirarse como muy poco probable, el cumplimiento del deber se convertía en costumbre y el jefe, desembarazado y temido, podía con toda holgura imprimir a su capricho el movimiento a la maquinaria legionaria, seguro del juego perfecto de todos sus engranajes.
A las legiones de los romanos les sucedió una milicia compuesta de propietarios, de Godos que habían llegado a serlo, la cual formó el lazo entre lo romano y lo feudal, soldados que vivían del producto de sus tierras, pero pagaban tributos como los romanos y los feudales al contrario no tenían ninguna carga pero tenían que ir sin paga, fundando los Godos su organización militar en la jerarquía nobiliaria y el sistema decimal y la nobleza se dividía en varias jerarquías (duques, condes, gardingos,..).
En el siglo X las dobles expediciones militares del temible Almanzor constituyeron, durante 25 años, la guerra de expansión, cuyo núcleo estaba en la Córdoba musulmana, y desde 1492 el ejército español empezó amoldarse a la revolución radical militar que en los de toda Europa acaecía.
Procopio ya se había distinguido en 1421 defendiendo la plaza de Justemberg contra todas las fuerzas de Alberto, duque de Austria y obligándole a levantar el sitio, derrotando posteriormente a los imperiales e invadiendo y saqueando el Austria, la Silesia, la Lusacia, el Brandeburgo y la Franconia oriental e hizo formidable su nombre en toda Alemania.
Al día siguiente los cañones y lombardas francesas empezaron a disparar sobre Jargeau (1429), teniendo los sitiados una artillería tan numerosa como los sitiadores, y sin embargo, el fuego dirigido por Juana de Arco, en quien todos los generales reconocían un talento extraordinario para disponer la artillería, produjo en pocas horas gran destrucción en la plaza sitiada.
Egidio Colonna, escritor escolástico y arzobispo de Bourges, escribió un tratado hacia finales del siglo XIII titulado De regimine principum que puede considerarse como el eslabón militar que une a Vegecio con Maquiavelo, al tiempo romano con el Renacimiento.
De hecho, en el reino Zhou existía el li, un código de conducta que exigía el máximo respeto al enemigo, siempre que este fuera noble y ambos contrincantes, del mismo linaje, pues las tribus bárbaras, otros reinos chinos o nobles que no fueran del mismo rango eran sometidos a una guerra sin cuartel.
Si entre los antiguos el cuadrado táctico se denominó sintagma, tortuga, en la Edad Media muro, cerca, corral, vino a constituir en los siglos XVI y XVII el escuadrón al que los tácticos geometras sometieron a múltiples sutilezas.
Se considera a Enrique, duque de Rohan (siglo XVII), como el primer escritor y general moderno que dio y aplicó algunos preceptos útiles en la guerra de montaña, exigiendo un principio general: "la posición en las cumbres".
Holanda, al haberse combinado con Francia, pudo disputarle el imperio de la mar a Inglaterra, con una marina diestra y ejercitada, capitaneada por hábiles almirantes como Engel de Ruyter, Martin y Cornelio Tromp.
Mal armados los soldados franceses, bisoños en las maniobras, se precipitaban sobre la artillería y líneas enemigas, protegidos por las baterías y unos cuantos escuadrones adiestrados, después de todo debían introducir una estrategia nueva, ya que no teniendo tiendas o bagajes se cuidaban poco de cubrir las líneas y con extraordinaria movilidad caían de improviso sobre enemigos acostumbrados a marchas metódicas, aprendiendo a rehacerse, a replegarse contra la caballería y a aprovecharse de los obstáculos del terreno para acercarse al enemigo.
Se introdujo la palabra griega estrategia en la segunda mitad del siglo XVIII y la voz griega permaneció largos años como otras en misteriosa incubación al calor exclusivo de los eruditos e incluso a finales del siglo XVIII era desconocida por generales de la época de la Revolución francesa y del Imperio como Ney, Masséna, Murat y hasta el último tercio del siglo XVIII el arte de la guerra se consideraba como un todo indivisible.
Napoleón fue tan afortunado en sus campañas como aciago en sus combates navales, ya que los almirantes franceses observaban rigurosamente la táctica antigua, mientras que Nelson concentraba todos sus esfuerzos según las reglas de la táctica moderna, y la marina inglesa puesta frente a frente con la francesa, hacia el mismo papel que Napoleón y sus ejércitos con respecto a los austriacos.
Al contrario, fundó el despotismo para crear, vivificar y renovar continuamente los elementos de las batallas.
En la segunda guerra de la independencia italiana (1859-1861), Turín era el objetivo primario estratégico, pasando el general austro-húngaro Ferencz Giulay con tardía ofensiva el Tesino y planeando Napoleón III acumular fuerzas imponentes por la izquierda, venciendo los sardos-franceses en la batalla de Magenta, siendo expulsado finalmente al otro lado del Adda un cuerpo austriaco al mando de Ludwig von Benedek, que se quedó algo rezagado al cubrir la retirada austriaca.
Posteriormente, cruzando el Adda los sardos-francos tras los tudescos, concentrados a su vez en Brescia, ocupada previamente por Garibaldi con sus cazadores de los Alpes como vanguardia, finalizó la guerra con el triunfo sardo-francés en la batalla de Solferino.
En los Cien Días, la política de este gran general, Napoleón I, que por esta vez había caído en falta, había dado tiempo a los ejércitos prusiano e inglés para reunirse en Bélgica y el ejército prusiano estaba en Ligny y el inglés en Waterloo.
Por una consecuencia necesaria de esta gran combinación estratégica, los restos del ejército prusiano no tenía otra retirada posible que por Namur, Lieja y el Rhin o Dusseldorf, pero el general francés Grouchy permitió al ejerció prusiano, tan completamente derrotado en Ligny, que se retirada sobre Vavre y enseguida se reuniese al ejército inglés en Waterloo.
La fría perseverancia de Wellington iba a ser coronada por el ardiente valor del prusiano Blücher.
La falta cometida en esta ocasión por Grouchy es indisculpable, por su falta de tacto, tino, oportunidad y en esta hecatombe de Waterloo para intereses franceses, Grouchy, destinado a perseguir las reliquias prusianas, se obstina en no verlas y las tiene muy frescas a su lado.
Se debe decir que también los generales Vandamme, Gerard y Excelman, incurrieron también en grave responsabilidad, porque suponiendo como se dice, que Grouchy no quiso marchar al combate, el deber militar les obligaba á desobedecerle, pasar de la derecha a la izquierda del Byle e ir a interponerse entre el ejército prusiano y el inglés é impedir la reunión de los mismos.
Al mismo tiempo que el general Jourdan ejecutaba su movimiento de derecha a izquierda por Sarrelonis, Bouzonville, Thionville y Longni, etc. se formaba otro ejército del Mosela como por encanto detrás del Sarre, en Sarrebruck, Sarguemines, se dirigió por Pirmasens y Tripsfadt sobre Kayserslautern, de que se apoderó contra el ejército prusiano, que ocupaba a la sazón aquel hermoso campo de batalla.
A la grandeza de los movimientos estratégicos se debe siempre el triunfo en las batallas, pero también se pierden las batallas por faltas estratégicas como se muestra en los siguientes ejemplos: Las condiciones fundamentales o esenciales (más otras que serán accesorias) para que un movimiento estratégico tenga un éxito completo son las siguientes: Quizás sea Napoleón I (que opinaba que la mejor noticia de un plan estratégico era su ejecución) el general que reunió el grado más alto de estas tres condiciones y por tanto los movimientos estratégicos se caracterizaran por lo siguiente: El general que efectúa un movimiento estratégico debe combinar el conjunto de él y sus detalles de modo que inspire el mismo recelo sobre todos los puntos del frente del enemigo y obligue a este ejército a tomar iguales precauciones sobre todo su frente, quedando, por consecuencia en todas partes débil y se conseguirá tanto mejor este objeto cuando mayor sea el atrevimiento, la audacia y la celeridad con que se ejecuta este movimiento estratégico.
Pero fue mucho más hábil estratégicamente, pues trajo sano y salvo su ejército á la orilla izquierda del Rin y en esta retirada francesa no hubo más que una pérdida considerable, la del general Marceau, cuya retaguardia mandaba y el cuerpo de este general fue enterrado en el fuerte de Erhensbreistein y con el mismo respeto de los dos ejércitos beligerantes, que se dieron la mano acaso por primera vez, en honra del gran general que Francia acababa de perder.
Los movimientos tácticos siempre se hacen en presencia del enemigo y en la batalla de Eckmul, por medio de sus movimientos estratégicos lleva Napoleón I el ejército francés hasta dar de frente al ejército austriaco del archiduque Carlos, que había tomado posición entre el Danubio y el Isar, apoyando su derecha en Ratisbona y su izquierda en Lanshut.Con fingidas demostraciones molesta Napoleón I á su adversario por su derecha en Abensberg y tan luego como obtiene el resultado de este movimiento estratégico, marcha por la derecha en frente del enemigo, ataca al ejército austriaco en su centro, arrolla á toda la izquierda del ejército austriaco sobre Landshut y en seguida por un movimiento á la derecha marcha sobre Eckmuhl y no deja al archiduque Carlos más retirada que Bohemia, demostrando estos movimientos tácticos la sublimidad misma del genio militar de Napoleón I.