[2] Perteneciente a una familia humilde aunque relacionada con la aristocracia republicana por medio de su tío, Cayo Mario, sirvió a sus órdenes durante la guerra de Yugurta y durante la guerra cimbria, donde se labraría cierta fama como militar.
Cuando estalló la guerra civil entre su tío y su antiguo lugarteniente, Sila, se declaró aliado del primero; no obstante, al ser nombrado pretor por el régimen de Cinna y Carbón, se trasladó a Hispania antes de que los conservadores tomaran la capital.
Estas últimas derrotas dieron pie a la concepción de una conspiración liderada por Marco Perpenna Ventón que acabó con su vida en 72 a. C. El propio Perpenna asumió el liderazgo del régimen rebelde, al que Pompeyo aplastó pocos meses más tarde.
Tras conseguir su toga viril, marchó a Roma y a los veinte años empezó su carrera militar bajo el mando de Quinto Servilio Cepión y Tito Didio, tras el relevo del primero por Cayo Mario se distinguió en las labores de exploración, tal vez como praefectus turmae o alae algo que después le serviría en sus posteriores combates.
Posteriormente sirvió como tribuno militar, tribunus militum pufuli al ser elegido por el cónsul Tito Didio el 98 a. C. y no por los comicios, en Hispania bajo Tito Didio (97 a. C. a 93 a. C.), accediendo también de la mano del mismo cónsul, que había recibido la magistratura de la Hispania Citerior y ganó una corona gramínea al reprimir un motín militar en Cástulo.
No obstante esta colaboración, se mostró contrario a las ejecuciones que siguieron al establecimiento de dicho gobierno.
El año 82 a. C. Valerio Flaco y Cayo Annio Lusco intentaron desalojar a Sertorio de su gobierno con veinte mil hombres.
Habiendo sido asesinado Salinator, los partidarios de Sila pudieron entrar en la provincia, y Sertorio hubo de huir con los tres mil hombres que le quedaban a Carthago Nova, y después a Mauritania (81 a. C.), donde existía una fuerte facción adicta a los populares de Roma, al parecer con 120 navíos y 800 transportes aunque tras intentar desembarcar en Mauritania lo hizo en Ebusus.
Sertorio desembarca en la península ibérica el año 80 a. C. atravesando el estrecho de Gibraltar en la primavera del año 80 a. C., Sertorio se encontraba nuevamente en la península al frente de un ejército de tres mil trescientos hombres formado por dos mil soldados romanos que le habían permanecido leales, setecientos jinetes mauritanos[5] y seiscientos auxiliares locales.
[4] Su cómoda victoria en un combate naval frente a Mellaria sobre el propretor Cayo Aurelio Cota, enviado con una pequeña flota por Sila, le permitió desembarcar en Baelo Claudia y explica que Sertorio concertara una alianza con los rebeldes lusitanos, que le designaron como jefe, y se le unió entonces un importante contingente de cuatro mil infantes y setecientos jinetes.
[5] En el estuario del Guadalquivir se impuso con facilidad a las legiones del nuevo propretor de Sila en la Hispania Ulterior, Lucio Fufidio, causándoles dos mil bajas, pudo alcanzar la Lusitania a finales del año y quien entonces pediría la ayuda de Lucio Domicio Calvino, procónsul de la Citerior, quien acudiría casi dos años más tarde, al ser requerido por Quinto Cecilio Metelo Pío.
Sertorio se condujo como un hábil político: instituyó un Senado y conservó las formas de gobierno romanas, titulándose únicamente procónsul.
También tenía un fuerte apoyo en toda la zona costera alrededor de la capital provincial Tarraco (Tarragona).
Tito Livio indica que en el año 77 a. C. Sertorio ordenó a Hirtuleyo regresar a la Lusitania, cuya defensa le fue encomendada, en tanto que él siguió con sus tropas el curso del río Ebro, aguas arriba, pasando por Bursao[8] (Borja, Zaragoza), Cascantum (Cascante, Navarra, al sur de Tudela) y Graccurris (Alfaro, La Rioja) hasta Calagurris (Calahorra, La Rioja), y al día siguiente de este trayecto pasó a las tierras de los berones.
En cualquier caso, en este mismo año, Marco Perpenna unió sus tropas a las de Sertorio, engrosando así su ejército con 40 cohortes (unos 20.000 hombres de infantería) y 100 turmas (unos 3000 jinetes) que le permitían dominar casi toda la Hispania Citerior.
[14] Entonces los senatoriales cambiaron su táctica: en lugar de enfrentar al hábil Sertorio en costosas campañas campales optaron por asediar y conquistar una por una las plazas fuertes enemigas.
Sin embargo, Sertorio consiguió causarles numerosas bajas al socorrer oportunamente a sus ciudades.
Las plazas fuertes de Sertorio en el Levante —Tarraco y quizá Dianium— también cayeron durante estos meses.
Este hecho trascendió tanto en la opinión pública que bien entrado el Imperio aún se hablaba de la fames calagurritana.