Históricamente, la identidad de este pueblo ha pivotado sobre tres elementos fundamentales: la lengua afrikáans (derivada del neerlandés), la religión cristiana calvinista y la producción agropecuaria.
La comunidad afrikáner tuvo su origen en la colonización neerlandesa del Cabo de Buena Esperanza iniciada en 1652.
En cuanto al término Volkstaat, los afrikáneres lo entienden como el territorio que es la base requerida para asegurar la subsistencia de una nación con su propio idioma, cultura y creencia.
En 1665 la comunidad europea, excluyendo a la guarnición, venía constituida tan solo por 95 hombres y cuatro mujeres.
Sin embargo, la situación comenzó a cambiar con la llegada en 1679 del comandante Simon van der Stel.
El tercer gran aporte poblacional, que cambió para siempre la historia de Sudáfrica, vino constituido por hugonotes franceses.
Se trataba de personas industriosas y trabajadoras, que ayudaron a consolidar económicamente la colonia.
Esta política resultó efectiva: hacia 1750 la lengua francesa era hablada tan solo por personas de avanzada edad.
Por esta razón, en 1707, tan solo había censados 1779 burghers en toda la Colonia del Cabo, número que ascendía a 5500 en 1750.
Muchos de estos mestizos emigrarían con el tiempo hacia territorios norteños como Namibia o Bechuanalandia, donde llegarían a fundar sus propios estados.
A finales del siglo XVIII la colonia de El Cabo se encontraba en estado caótico.
Se iniciaba así una tradición rebelde y republicana que perduraría hasta el siglo XX.
Por si todo ello no fuera suficiente, la Revolución Francesa se había extendido hasta las Provincias Unidas, que pasaron a constituirse en un estado republicano denominado República Bátava.
Así, desde 1835 hasta 1845, unos 15 000 bóeres abandonaron sus hogares y se dirigieron hacia lo desconocido, en busca de nuevas tierras.
Cuando se acercó el momento de la lucha, Pretorius ordenó a sus hombres agrupar en círculo sus carretas y atrincherarse tras ellas.
La matanza de Weenen y la subsiguiente victoria en el Bloedrivier dejaron una huella indeleble en la memoria colectiva del pueblo bóer: no cabía tregua alguna en la lucha por la supervivencia en el África Austral, y la más mínima cesión en este punto podía resultar fatal.
La región situada más allá del río Vaal adquirió pronto la denominación de Transvaal.
Los segundos, instalados en Bloemfontein, respondieron proclamando la Soberanía del Río Orange, y sofocaron militarmente la resistencia de los bóeres.
En 1857 se celebró una convención que aprobó la constitución de la República Sudafricana, tras la cual fue elegido presidente Marthinus Pretorius, hijo del famoso general.
En principio, los británicos no contemplaron con demasiado recelo el surgimiento de las nuevas repúblicas bóeres.
Lo cierto es que las frecuentes guerras contra los bantúes hacían aconsejable a los bóeres pactar con Gran Bretaña y obtener así la protección de la todopoderosa Marina británica.
Sin embargo, Lord Carnarvon actuó con torpeza: aprovechando que el rey de los zulúes, Cetshwayo, había reclutado un ejército de 30 000 hombres armados con mosquetes y amenazaba con él la frontera sudoriental del Transvaal, el secretario británico Teophilus Shepstone avanzó desde Natal en dirección noroeste, llegó con sus tropas a Pretoria y allí en 1877 proclamó la anexión británica del Transvaal.
Las guerrillas afrikáneres procedieron a cercar las guarniciones militares británicas presentes en el territorio del Transvaal.
Johannesburgo, que hasta entonces había sido una simple aldea, se convirtió en el centro económico del Sur de África.
Puesto que la solución militar era dura y muy costosa, Rhodes pasó a utilizar una táctica mucho más astuta: la inundación de las repúblicas bóeres por inmigrantes británicos.
Sin embargo, Rhodes se topó con la terca obstinación del presidente del Transvaal, Paul Kruger, que de ninguna manera pensaba ceder en la disputa sobre los uitlanders, ya que la independencia de las repúblicas bóeres estaba en juego.
Cuando los británicos se hicieron con el control del Cabo a principios del siglo XIX, pusieron bajo su control a la Nederduits Gereformeerde Kerk, e impusieron que el ministerio del culto fuese llevado a cabo por pastores escoceses, que también eran calvinistas y que previamente habían aprendido el idioma neerlandés en los Países Bajos.
Los bóeres se comparaban con los israelitas que, guiados por Moisés, habían abandonado Egipto en busca de la Tierra Prometida.
Así, en las fases iniciales del Gran Trek, apenas los bóeres hubieron atravesado el río Orange (dejando atrás, por tanto, la Colonia Británica del Cabo) su líder Piet Retief decidió fundar un nuevo estado que llevaría por nombre La Provincia Libre de Nueva Holanda en el África Suroriental.
Ya en el siglo XX, la primitiva enseña neerlandesa, la Prinsenvlag (naranja, blanco, celeste) fue proclamada bandera oficial de la Unión Sudafricana en 1928, continuando vigente hasta 1994.