La tragedia es una forma literaria, teatral o dramática del lenguaje solemne, cuyos personajes protagónicos son ilustres y se ven enfrentados de manera misteriosa, invencible e inevitable, a causa de un error fatal o condición de carácter (la llamada hamartia) contra un destino fatal ‘[fatum]', hado o sino los dioses, generando un conflicto cuyo final es irremediablemente triste: la destrucción del héroe protagonista, quien muere, enloquece o nunca se lo vuelve a ver.
El género se define como una obra dramática de asunto terrible y desenlace funesto en la que intervienen personajes ilustres o heroicos, y emplea un estilo de lenguaje sublime o solemne.
Aristóteles, en su Poética, dejó la primera definición del término: Las tragedias acaban generalmente en la muerte, el exilio o en la destrucción física, moral y económica del personaje principal, quien se enfrenta a un conflicto insoluble que le obliga a cometer un error fatal o hamartia al intentar "hacer lo correcto" en una situación en la que lo correcto simplemente no puede hacerse.
[1] La tradición atribuye a Tespis la primera composición trágica, pero apenas se conservan restos de sus obras.
Después, entre otros autores, destacaron e hicieron evolucionar la tragedia, por orden cronológico, Esquilo, Sófocles y Eurípides.
Después vienen siete episodios entrelazados por cada estásimo para concluir con el éxodo, intervención del coro que no es cantada.
[4] La tragedia moderna surgió en la época del Renacimiento y por traducciones o imitaciones de la antigüedad.
Robert Garnier[6] (1544-1590), Alexandre Hardy[7] y Jean Mairet siguieron su ejemplo hasta que en 1635 apareció Corneille, con su primera tragedia, Medea,[8] siguiéndole después Racine que elevó a la perfección el restaurado género.
Los críticos sustantivos "se interesan por los elementos constitutivos del arte, más que por sus fuentes ontológicas".
También es un error pensar que este revés puede ser provocado por un poder superior (por ejemplo, la ley, los dioses, el fate o la sociedad), pero si la caída de un personaje es provocada por una causa externa, Aristóteles lo describe como un desventura y no como una tragedia.
[17] El propio Hegel, sin embargo, en su seminal "La Fenomenología del Espíritu" defiende una teoría más complicada de la tragedia, con dos ramas complementarias que, aunque impulsadas por un único principio dialéctico, diferencian la tragedia griega de la que sigue a Shakespeare.