[3] Una de sus contribuciones más controvertidas para algunos, brillante para otros, es el rol que la dialéctica juega en todo lo dado.Esta, en su gran obra de juventud durante su periodo jeniense, Fenomenología del Espíritu (1807), está ligada a la experiencia que la conciencia natural sufre al perder la concepción previa que tenía de su objeto al ser reemplazada por una nueva.Admiraba las obras de Platón, Aristóteles, Descartes, Spinoza, Kant, Rousseau, así como la Revolución Francesa, la cual acabó rechazando cuando esta cayó en manos del terror jacobino.Resulta patente, en este sentido, el impacto que el sistema hegeliano ha tenido en la filosofía continental y, en especial, en la filosofía francesa del último siglo, donde la recepción de Hegel estuvo mediada, principalmente, por Jean Hyppolite, Alexandre Koyré y Alexandre Kojève.Pero sobre todo debe entenderse a Hegel y al hegelianismo como una reacción contra el kantismo que entonces imperaba en la mayor parte de las facultades alemanas.Además existen otras obras que constituyen recopilaciones de sus clases sobre distintos temas y que se publicaron de manera póstuma como volúmenes temáticos y pueden ser también muy relevantes para estudios más específicos.Por ejemplo, la Revolución francesa constituye para Hegel la introducción de la verdadera libertad a las sociedades occidentales por primera vez en la historia.Sin embargo, precisamente por su novedad absoluta, es también absolutamente radical: por una parte, el aumento abrupto de violencia que hizo falta para realizar la revolución no puede dejar de ser lo que es, y por otra parte, ya ha consumido a su oponente.La revolución, por consiguiente, ya no tiene hacia dónde volverse más que a su propio resultado: la libertad conquistada con tantas penurias es consumida por un brutal Reinado del Terror.En las explicaciones contemporáneas del hegelianismo —para las clases preuniversitarias, por ejemplo— la dialéctica de Hegel a menudo aparece fragmentada, por comodidad, en tres momentos llamados «tesis» (en nuestro ejemplo, la revolución), «antítesis» (el terror subsiguiente) y «síntesis» (el Estado constitucional de ciudadanos libres).La imaginación corriente capta la identidad, la diferencia y la contradicción, pero no la transición de lo uno a lo otro, que es lo más importante, cómo lo uno se convierte en lo otro.La lógica del concepto se entiende ordinariamente como ciencia solamente formal, pero si las formas lógicas del concepto fueran recipientes muertos, pasivos, de meras representaciones y pensamientos, su conocimiento sería superfluo; pero en realidad son como formas del concepto, el espíritu vivo de lo real y por tanto se requiere indagar la verdad de estas formas y su conexión necesaria.Por lo que se refiere a la naturaleza del concepto el análisis es lo primero, porque debe elevar la materia dada a la forma de abstracciones universales, las cuales, luego, mediante el método sintético son puestas como definiciones.Según esto, el arte, tomado como un juego, emplea la ilusión como medio para su fin y, dado que el medio debe siempre corresponder a la dignidad del fin, lo verdadero nunca puede surgir de la apariencia.De manera que aunque la idea se encuentre tanto en lo real como en el arte, es en este último en donde resulta más fácil penetrar en ella.El hombre parte del material sensible de la naturaleza y construye una forma a la cual le adjudica un significado.Hegel nunca habló de una muerte del arte sino que le otorgó a este el carácter de pasado, pasado no entendido como algo que ya no existe; el «carácter pasado del arte» esta íntimamente vinculado con el fin de la filosofía hegeliana, conocer al espíritu, que este sea libre.Este momento, representado por las ciudades estado griegas, nos muestra el Espíritu en su unidad primigenia, aún indiferenciado y no desarrollado.De esta manera se adentran los hombres en una larga peregrinación, en un estado social caracterizado por la división y el extrañamiento.El Espíritu se ha hecho extraño a sí mismo, la unidad y la totalidad han cedido lugar a la lucha de las partes en un mundo cada vez más atomizado, donde lo particular (los individuos o los grupos) se rebela contra lo general (la sociedad o comunidad).La marcha del progreso que resulta de esta división se hace ajena a sus propios creadores.El conflicto entre el todo y las partes alcanza su forma más aguda en la lucha que directamente precede la época de Hegel: la lucha entre la ilustración y la superstición (der kampf der Aufklärung mit dem Aberglauben).En este enfrentamiento triunfa la Ilustración y la fe se desintegra ante el embate del intelecto.Al fin de la historia no queda sino la reconciliación o la vuelta del espíritu a sí mismo.[9] Estos señalamientos suelen vincularse a la representación según la cual Hegel también habría sido el filósofo oficial de la monarquía absoluta prusiana, un mistificador del Estado, promotor del nacionalismo expansionista, y defensor de la política reaccionaria en general.[13][14] Los orígenes de esta propaganda anti-hegeliana pueden trazarse a la primera mitad del siglo XIX.Tras la muerte de Hegel, sus seguidores se dividieron en dos campos principales y contrarios, que fueron denominados por David F. Strauss derecha e izquierda hegeliana.Aplicaron la dialéctica a la realidad presente, por lo que entendieron esta como un momento superable por una racionalidad mejor.Algunas figuras que se relacionan con este renacimiento son Herbert Marcuse, Theodor Adorno, Ernst Bloch, Alexandre Kojève y Gotthard Günther.Los estudiosos no están de acuerdo si filósofos contemporáneos como Wilfrid Sellars, John McDowell, Robert Brandom y Slavoj Žižek deberían ser considerados neo-hegelianos.
Seguidores actuales visitan la tumba y dejan obsequios en ella.