Sus investigaciones se centran en la filosofía clásica alemana, en las teorías del arte actual y en las relaciones entre política e historia.
Amor, porque sin la asimilación (al principio indigesta) de los grandes sistemas filosóficos (enseño mis cartas: Platón, Aristóteles, Spinoza, Leibniz, Hume, Hegel, Nietzsche, Heidegger) me sería imposible pensar la vida a derechas (no por la derecha); es más, para tipos como yo, sería seguramente imposible la propia vida sin filosofía.
Y puedo entender, en fin, que hayamos pasado la “línea fronteriza” de la metafísica.
Pero tampoco hay “compartimentos estancos”, a manera de Weltanschauungen, sino recomposiciones en función de una Idea-motriz (destilada, más o menos interesadamente, a partir del evento triunfante), lo cual hace que, como en los grandes movimientos tectónicos, autores tenidos por un “perro muerto” renazcan al calor de un evento y comiencen a engendrar interpretaciones impensadas (baste parar mientes en los presocráticos con Heidegger, en Spinoza con Jacobi y Hegel y luego con autores franceses contemporáneos, o en el Marx “lacaniano-leninista” de Zizek).
Según esto, “desmantelar” un texto clásico significaría buscar las trazas -superpuestas y aun borrosas, como un palimpsesto- que las interpretaciones y los avatares sociopolíticos y científicos han dejado en él, desde el territorio actual de nuestros cambiantes prejuicios (reconozco cierta deuda al respecto con la “fusión de horizontes” gadameriana, pero sin hacerme la menor ilusión de que la serie de interpretaciones vayan a conseguir un Zuwachs an Sein).