Además establece una oposición entre el modo en que las dos hermanas, Antígona e Ismene, se enfrentan a un mismo problema.
Antes del comienzo de la obra, estos dos hermanos se dieron muerte mutuamente en la guerra civil tebana.
Busca su apoyo para los próximos días y, en particular, quiere que respalden su edicto en relación con el cuerpo de Polinices.
Posteriormente, un guardián, teme informar que el cuerpo ha recibido ritos funerarios y un enterramiento simbólico con una ligera cubierta de tierra, aunque nadie ha visto quién lo ha hecho.
Creonte la interroga después de despedir al centinela, y ella no niega lo que ha hecho.
[5] La discusión se deteriora, y los dos hombres pronto empiezan a insultarse amargamente el uno al otro.
Confía que de esa manera, no matándola directamente, mantendrá un mínimo respeto a los dioses.
Expresa lo mucho que lamenta no haberse casado, y morir por seguir las leyes de los dioses.
Toda Grecia despreciará a Creonte, y las ofrendas sacrificiales de Tebas no serán aceptadas por los dioses.
Creonte, ante las profecías de Tiresias, cede y se dispone a rectificar sus faltas, marchándose con su séquito.
Entiende que sus propias acciones han causado estos acontecimientos y se culpa a sí mismo.
Un segundo mensajero llega para decirle, a Creonte y al coro, que Eurídice se ha suicidado.
Después de que Creonte se condene a sí mismo, el líder del coro finaliza con un llamado a obrar con prudencia y respetar las leyes divinas, observando que aunque los dioses castigan al orgulloso, el castigo conlleva la sabiduría: «las palabras arrogantes de los que se jactan en exceso, tras devolverles en pago grandes golpes, les enseñan en la vejez, la cordura».
Aquí, el coro está compuesto por ancianos que en general no ven la desobediencia civil bajo una luz positiva.
El coro en Antígona queda más o menos en un sitio intermedio; sigue dentro de la moral general y la escena inmediata, pero se permite apartarse un poco del contenido de la escena o del por qué ha empezado a hablar.
No tiene intimación divina de que su edicto sea desagradable a los dioses y contra sus deseos.
[16] Martin Heidegger, en su disertación, The Ode on Man in Sophocles’ Antigone, se centra en la secuencia de estrofa y antistrofa del coro que empieza en la línea 278.
La interpretación de Heidegger del texto describe a la humanidad en una palabra que captura los extremos: deinotaton.
[17][18] Un importante aspecto que se debate en torno a la Antígona de Sófocles es el problema del segundo enterramiento.
Esto deja como explicación que ella actuó solo por desafiar apasionadamente a Creonte y respetar el receptáculo carnal de su hermano.
J. L. Rose mantiene que la solución al problema del segundo enterramiento se resuelve examinando atentamente a Antígona como personaje trágico.
Creonte exige obediencia a la ley por encima de cualquier otra consideración, sea correcta o no.
Antígona responde con la idea de que la ley estatal no es absoluta, y que puede quebrantarse en desobediencia civil en casos extremos, como por ejemplo para honrar a los dioses, cuyo gobierno y autoridad sobrepasan la de Creonte.
Sófocles quiere advertir a sus compatriotas sobre la hubris, o arrogancia, porque cree que esta será su caída.
Para Creonte, el hecho de que Polinices hubiera atacado a la ciudad revoca efectivamente su ciudadanía y lo convierte en extranjero.
Creonte, por su parte, cree que la ciudadanía es un contrato; no es absoluta ni inalienable, y puede perderse en determinadas circunstancias.
Sófocles se refiere dos veces al Olimpo en Antígona; esto lo diferencia de otros trágicos atenienses, que lo mencionan a menudo.
El amor de Antígona hacia su familia se muestra cuando entierra a su hermano, Polinices.
Catharine Titi ha comparado la ley 'divina' de Antígona con las modernas normas imperativas del derecho internacional consuetudinario (ius cogens) y ha analizado el dilema de Antígona como una situación que invita a aplicar la equidad contra legem para corregir una ley injusta.
Otras adaptaciones para televisión de Antígona fueron protagonizadas por Irene Worth (1949) y Dorothy Tutin (1959), ambas retransmitidas por la BBC.