Algunos indicios dicen que pudo ser escrita en los años posteriores a 430 a. C.[1] y que fue representada por primera vez alrededor del año 429 a. C.[2] Originalmente, para los griegos de la Antigüedad, el título era simplemente Edipo (Οἰδίπους), y así se refiere a ella Aristóteles en su Poética.
En la antigüedad, el término «tirano» se refería a un gobernante sin pretensión legítima al trono, pero no tenía necesariamente una connotación negativa.
Entre ellos, Aristóteles, que la analiza en la Poética, mencionándola varias veces para ejemplificar aspectos del género.
Layo sedujo o raptó y violó a Crisipo, quien según algunas versiones, se suicidó por vergüenza.
Layo ata juntos los pies del bebé con un broche, y ordena a Yocasta que lo mate.
Desesperado por evitar este terrible destino, Edipo, quien aún cree que Pólibo y Mérope son sus verdaderos padres, deja Corinto por la ciudad de Tebas.
Así, Layo es muerto por su propio hijo, y se cumple la profecía que el rey había intentado eludir exponiendo a Edipo al nacer.
Tanto el asesino como el cómplice podrán, si se entregan, conservar la vida, aunque tendrán que partir al exilio; cualquier testigo que haya visto lo sucedido debe decirlo sin temor y Edipo le recompensará.
Por consejo de Creonte, Edipo llama al adivino ciego Tiresias para que ayude a esclarecer lo sucedido.
Creonte aparece indignado ante las acusaciones que ha hecho Edipo de conspiración para usurpar el trono.
Edipo relata a Yocasta cómo sus padres fueron Pólibo y Mérope, reyes de Corinto.
Yocasta manda llamar al testigo y también se presenta como suplicante ante el templo de Apolo para que resuelva sus males.
Edipo, para sorpresa del mensajero, queda feliz por las noticias, porque prueba que la mitad de la profecía era falsa, ahora jamás podrá matar a su padre.
Edipo pregunta al coro si alguien conoce quién era este hombre, o dónde podría estar ahora.
Edipo se maldice a sí mismo y al destino, antes de abandonar el escenario.
Cuando Yocasta entró en la casa, corrió al dormitorio del palacio y ahí se ahorcó.
Edipo sale del palacio con los ojos ensangrentados y pide ser desterrado, tan pronto como sea posible.
Los acontecimientos en torno a la guerra de Troya fueron narrados en el ciclo épico, de lo cual queda mucho, y aquellos que giran en torno a Tebas en el ciclo tebano, que se han perdido.
La trilogía de la que Edipo rey formaba parte obtuvo el segundo premio en las Dionisias Urbanas en su representación original.
Por ejemplo, Richard Claverhouse Jebb afirmó que «El Edipo rey es en un sentido la obra maestra de la tragedia ática.
Los personajes reciben malos presagios y cuando actúan con el fin de evitar su desgracia, no hacen sino cumplir con la profecía.
En griego, el oráculo advierte: hôs auton hexoi moira pros paidos thanein/ hostis genoit emou te kakeinou para.
Dada nuestra moderna concepción del destino y el fatalismo, los lectores de la obra tienen una tendencia a ver a Edipo como mera marioneta controlada por fuerzas mayores, un hombre aplastado por los dioses y el destino sin razón aparente.
Es aquí, sin embargo, en donde acaban los parecidos: mientras Creonte, viendo el revuelo que ha creado, intenta enmendar sus errores, Edipo rechaza escuchar a nadie.
El profeta Tiresias, por su parte, aunque literalmente ciego, «ve» la verdad y confía en lo que le es revelado.
Consta de un prólogo, seguido de ocho episodios (escritos en trímetros yámbicos), entre los cuales se intercalan las intervenciones solistas del coro (párodos, cuatro estásimos) y el diálogo lírico del coro con los demás personajes.
En el recitado, además de trímetros yámbicos, hay también algunos pasajes en anapestos y tetrámetro trocaico cataléctico.
Analiza por qué esta obra, Edipo rey, escrita en la Antigua Grecia, sigue siendo efectiva en una audiencia moderna.
Había considerado ponerla en griego antiguo, pero al final decidió usar el latín, en sus propias palabras, «un medio no muerto sino convertido en piedra».
Otro Edipo para televisión incluyó a Christopher Plummer (1957), Ian Holm (1972) y Patrick Stewart (1977).