El duque Juan III no quiso dejar resuelta su sucesión en vida, por lo que a su muerte, en 1341, estalló una guerra civil que iba a durar veintitrés años: la Guerra de Sucesión Bretona.
[4] Fue sepultado en el convento de los franciscanos de Guingamp, donde comenzaron a llegar peregrinos y tuvieron lugar los primeros supuestos milagros.
El primero en ser declarado oficial tuvo lugar en 1367, cuando comenzó a reclamarse la canonización.
[5] Carlos recibía ya un culto popular que se fue extendiendo y ganó en importancia cuando en 1368 comenzó la investigación para incoar la causa de beatificación en Angers, impulsada por el franciscano Raoul de Kerguiniou a petición del duque Luis de Anjou, hermano del rey de Francia.
El 18 de diciembre de 1371 acabó el proceso pero Carlos no fue canonizado y Gregorio XI dejó en suspenso el proceso.