Felipe VI partió en su persecución y lo alcanzó en Crécy, donde, pese a no estar preparados, los ingleses consiguieron una aplastante victoria (1346).
Entretanto, Eduardo III afirmaba su autoridad en Inglaterra: en 1363, firmó un tratado con su cuñado David II, rey de Escocia, por el cual, si este moría sin herederos, la corona pasaría a manos suyas.
Los últimos años de su reinado estuvieron marcados por reveses internacionales y luchas internas, causados en gran medida por la mala salud del monarca.
Eduardo III entonces encargó a su hijo el Príncipe Negro defender al rey Pedro I, con lo que la guerra entre franceses e ingleses continuó, pero en diferente lugar.
[nota 1] Entre las razones para la debilidad de su posición se contaba la indolencia y derrotas del monarca en la guerra con Escocia.
En efecto, ese año aconteció un suceso con un único precedente: Luis falleció sin tener heredero varón, situación que no se daba desde los tiempos de Hugo Capeto; la heredera directa del reino era la hija del difunto rey, Juana, aún menor de edad.
[23] Los pares de Francia rehusaron entregar la corona a un rey extranjero, como ya habían hecho diez años antes.
Este nuevo tipo de arco, más potente, podía emplearse en descargas cerradas que enviaban los proyectiles a notable distancia.
Requería que el enemigo atacase las posiciones defendidas por los arqueros; para provocarlo, los ingleses emplearon en Escocia la táctica de la cabalgada.
Eduardo no participó en la campaña, pero su pasividad le favoreció de todas formas, pues el nuevo monarca escocés era su aliado.
La ciudad, sin embargo, resistió el sitio: pese a que los sitiadores lograron conquistar una de las puertas, fueron repelidos por los defensores.
[61] A pesar de ello, los franceses nunca invadieron Inglaterra y su rey Juan murió en cautividad en Gran Bretaña.
[62] Por otra parte, la presión fiscal creciente, debida a las onerosas alianzas del rey, causó descontento entre el pueblo inglés.
[81] Tras varias campañas infructuosas en el continente, Eduardo decidió emprender una gran ofensiva en 1346 y embarcó cuarenta mil hombres rumbo a Normandía.
[106] Al mismo tiempo, apresó a Carlos de Navarra, que había mantenido una actitud ambigua entre ingleses y franceses.
Si al comienzo la pretensión de Eduardo III a la Corona francesa había sido una mera estratagema política,[110] por entonces parecía ya una meta alcanzable.
[118] Marcel no tuvo más remedio que pactar con él: le abrió las puertas de París y facilitó su acceso al poder.
La cabalgada resultó un fracaso para los ingleses, acosados por el enemigo, hambrientos y cada vez con menos monturas por la escasez del forraje.
Esta decisión, sin embargo, le perjudicó en Francia: en Aquitania agudizó la percepción de los ingleses como meros conquistadores.
La hueste inglesa pasó dos días ante las puertas de París, saqueando los arrabales, cuyos habitantes se habían encerrado en la capital.
Los barones poitevinos, que habían tomado partido en su gran mayoría por los ingleses (Poitou exportaba sal a Inglaterra) ya no pudieron contar con su ayuda.
[168] Este tuvo que aceptar en un principio las exigencias del Parlamento, pero en la siguiente sesión, la de 1377, logró abrogar lo aprobado por la anterior.
Decretaba además que todo hombre capaz de desempeñar una ocupación lo hiciera e impuso importantes penas a los ociosos.
[188] Pese a todo, para costear las onerosas guerras del reinado, Eduardo tuvo que recurrir al cobro de impuestos.
A diferencia de su padre, que sostuvo continuas disputas con los grandes señores feudales ingleses, Eduardo estableció buenas relaciones con ellos.
[nota 8] El reforzamiento de la aristocracia tuvo lugar por la guerra con Francia, al igual que la aparición del nacionalismo inglés.
[216] Jean Froissart, coetáneo de Eduardo, escribió en sus Crónicas que «no sucedía tal cosa desde tiempos del rey Arturo».
[219] Las biografías más modernas como las de Mark Ormrod y Ian Mortimer han coincidido en estas valoraciones.
Su afición principal era el arte de la guerra y esto correspondía a la imagen medieval del buen soberano.
[226][227] Es de destacar, por lo excepcional entre los soberanos ingleses del Medievo, que a Eduardo no se le conozcan hijos bastardos.