Tras tener una escaramuza sin importancia con el enemigo y haber estudiado la situación, Bocanegra decide retirarse.
Lo que los marinos ingleses achacaron a una cobardía del genovés (como así lo pregonaron) fue en realidad una estratagema.
Aprovechando su inmovilidad, los castellanos lanzaron sobre los ingleses artificios de fuego (seguramente con bombardas) que estos no pudieron esquivar, produciéndose entre ellos una gran mortandad (800 hombres aproximadamente perecieron a causa de las llamas o ahogados[4]).
Al hacer prisioneros, el almirante de Castilla tuvo con los vencidos en esta batalla un gesto humanitario inusual en aquellos tiempos, pues era costumbre entonces degollar o arrojar al agua a todos los adversarios, aunque se hubieran rendido.
Pembroke y setenta caballeros «de espuelas doradas»[2] fueron enviados a Burgos, a la presencia del rey Enrique, quien hizo entrega al condestable francés Bertrand du Guesclin del conde rehén, quien murió más tarde durante el cautiverio.
Por lo que respecta a la Corona de Castilla, su rotunda victoria tuvo para ella favorables repercusiones militares y económicas.
Se consolidó como primera potencia naval en el Atlántico, otorgando así mayores posibilidades mercantiles a sus marinos, fundamentalmente vascos y cántabros unidos bajo la Hermandad de las Marismas.