Su hermano mayor y único varón, Luis, era el heredero de su padre.
Sin embargo, el rey Alfonso XI rechaza dicho compromiso por considerarlo muy prematuro.
En 1342 el rey Eduardo III vuelve a proponer un enlace con otra de sus hijas, la princesa Juana.
Un mes antes, Castilla firma un tratado con Francia, en el cual se contemplaba, para afianzar la alianza, un eventual enlace nupcial.
Este hecho propició la ruptura del esperado enlace dinástico entre Castilla e Inglaterra y, aunque Eduardo III tenía más hijas en edad casadera, no se sugirió un nuevo compromiso nupcial.
La guerra con sus medio hermanos hizo que el rey Pedro finalmente aceptara los consejos de su madre y Alburquerque.
Si dichas rentas no alcanzaban para igualar a las de la reina madre María, debían serle entregadas otras hasta emparejarlas.
Blanca nunca deseó el matrimonio y hasta en tres oportunidades renegó de este, pero, obligada por el rey Juan II, su padre, su cuñado y hasta por su propia hermana Juana, acepta su destino.
Si bien muchos historiadores han querido dar al retraso de la boda un sentido romántico, alegando que el rey no quería casarse por el amor a la de Padilla, la realidad bien vendría a ser muy diferente, pues un año más tarde se casó con Juana de Castro, tras conseguir que las autoridades eclesiásticas declararan nulo su matrimonio con Blanca.
El rey Pedro, presionado por su familia y demás consejeros a este enlace, se habría enfurecido con razón ante tal engaño, desquitándose con la única persona que tenía a mano: Blanca.
Y corrobora esta creencia el hecho de que el rey Pedro nunca entregara a Blanca las villas y las rentas que se habían pactado y que Juan II nunca reclamara la devolución de los bienes de ella, pues, como ya se dijo, acudió a Castilla con un rico ajuar pagado por el rey francés.
Inmediatamente después de ser abandonada por el rey, Blanca pasa algún tiempo en Medina Sidonia junto a la reina madre; pero, cuando estalla la guerra civil en Castilla, el rey ordena que sea enviada al castillo de Arévalo y luego al Alcázar de Toledo, desde donde ella manda cartas al papa Inocencio VI en las que decía que el rey Pedro la sometía a grandes privaciones.
Sus últimas palabras fueron: «Dime Castilla, ¿qué te he hecho yo?» Existen divergencias sobre el lugar donde fue asesinada esta reina, pues algunos historiadores sitúan el hecho en un torreón de la muralla de Medina Sidonia.
La última noticia sobre la existencia de la mencionada caja nos la aporta en 1910 el que fuera archivero municipal Adolfo Rodríguez del Rivero, el cual dice que en esa fecha bajó a la cripta junto al entonces alcalde, el marqués de Campo Real, y allí estaba una desvencijada caja con los restos de aquella reina.