Juana de Castro

[1]​ Los textos de la época ensalzan su belleza realmente comparable a la de su medio hermana Inés: El rey quedó prendado de su belleza y, además, le interesaba casarse con ella para poder tener un legítimo sucesor al trono.Su marido el rey la abandonó unos pocos días después de verificado el matrimonio para irse alterado a Castrojeriz, y no volvió a verla.Aunque no debió estar tan poco tiempo reunido con ella, puesto que el papa le amonestó seriamente si no la dejaba y regresaba con Blanca, llegando a la excomunión por no haber obedecido a su mandato.Consta además que no se retractaron, y si bien marcharon a Aviñón, acudiendo al llamamiento del papa Inocencio VI para responder de su conducta, no debieron salir desairados cuando nada dice del resultado de la audiencia el cronista Ayala, decidido partidario de Enrique de Trastámara.La cabeza, apoyada en un almohadón doble, está cubierta con un velo y aparece ciñendo la corona.
Sepulcro de la reina Juana de Castro, segunda esposa de Pedro I el Cruel, rey de Castilla y de León (Catedral de Santiago de Compostela)