A la mayoría de los participantes se les exige llevar una vestimenta o uniformidad específica.
[2] Los elementos esenciales de la coronación han permanecido prácticamente inalterados durante los últimos mil años.
[6] Enrique VI tenía solo unos pocos meses de edad cuando accedió al trono en 1422.
[2] En el caso de todos los monarcas desde Jorge IV transcurrió al menos un año entre el acceso al trono y la coronación, con la excepción de Jorge VI, cuyo predecesor no murió, sino que abdicó.
[8] Como la fecha de la coronación ya había sido fijada, los planes siguieron adelante con el nuevo monarca.
[9] Las coronaciones medievales, y desde la de Ricardo II con seguridad, siguieron la norma establecida en el Liber Regalis.
[3] Los reyes anglosajones celebraron sus coronaciones en Bath, Kingston upon Thames, Londres, Oxford y Winchester.
El último monarca anglosajón, Harold II, fue coronado en la abadía de Westminster en 1066, iniciando así una costumbre que ha perdurado hasta nuestros días.
Más tarde, en 1220,[17] fue coronado por segunda vez en Westminster, por considerar el papa Honorio III que la primera ceremonia no se había ajustado por completo al rito eclesial.
En un principio se pensó en retransmitir en directo una pequeña parte del inicio de la ceremonia y emitir el resto en diferido.
[35] María I, católica, rechazó ser coronada por Thomas Cranmer, entonces arzobispo protestante de Canterbury.
[36] Cuando Jacobo II fue depuesto y reemplazado conjuntamente por Guillermo III y María II, el arzobispo de Canterbury se negó a reconocer a los nuevos soberanos, así que fue sustituido por el obispo de Londres.
Incluso los cargos de lord high steward[39] y lord alto condestable de Inglaterra,[40] que no han sido ocupados con regularidad desde los siglos XV y XVI, respectivamente, suelen volver a ser asignados para las coronaciones.
Desde Eduardo VII, los barones asisten a la ceremonia, pero ya no desempeñan ninguna función específica.
Durante casi un milenio, él y sus predecesores habían conservado un inédito Libro Rojo sobre la cuestión.
Vivat Regina!» fueron incorporadas al himno Laetatus sum de Hubert Parry que se cantó durante la ceremonia.
[58] Este antiguo trono medieval tiene un hueco bajo el asiento donde se coloca la piedra de Scone.
En dicho año, la piedra fue devuelta a Escocia y allí permanece para ser exhibida en el castillo de Edimburgo hasta que sea necesario su regreso a Londres para una nueva coronación.
[30] Después, el monarca es investido con la colobium sindonis, y sobre la misma, se coloca la supertunica.
[61] El arzobispo de Canterbury, asistido por otros obispos, presenta la espada del Estado al monarca.
En primer lugar, el orbe,[30] una esfera dorada hueca adornada con numerosas piedras preciosas.
[30] Después recibe un anillo que representa el matrimonio de la nación y la monarquía.
Los arzobispos y obispos le juran lealtad con las siguientes palabras: Después, los nobles prestan vasallaje con estas palabras: A continuación, el clero, encabezado por el arzobispo de Canterbury, rinde homenaje colectivamente.
La pieza musical que más se ha usado ha sido Zadok the Priest,[66] una composición de Georg Friedrich Händel basada en textos bíblicos.
Esta obra se encargó para la coronación de Jorge II en 1727 y, desde entonces, ha sido interpretada, ininterrumpidamente, en todas las ceremonias posteriores.
I was glad,[67] de Hubert Parry, fue escrita para acompañar la entrada en la abadía de Eduardo VII y contiene un puente que permite a los King's o Queen's Scholars de la Westminster School ejercer su derecho a ser los primeros plebeyos en aclamar al soberano, gritando el tradicional «vivat» cuando el monarca llega al lugar en el que se va a desarrollar la ceremonia.
[69] Ralph Vaughan Williams sugirió que se incluyera un himno litúrgico, propuesta que fue aprobada por el arzobispo de Canterbury, así que el compositor reelaboró su arreglo de 1928 de la versión en métrica inglesa del Salmo 100, el «Jubilate Deo (All people that on earth do dwell)» para congregación, órgano y orquesta.
Su éxito fue tal que esta obra ha llegado a considerarse imprescindible para las ocasiones festivas del mundo anglófono.
Victoria no acudió personalmente a la ceremonia, pero estuvo representada por su virrey, lord Lytton.
Esa fue la última vez que se celebró un Durbar para coronar al emperador.