María de Teck

[1]​ Nació y creció en Gran Bretaña debido a que su padre, de origen alemán, estaba casado con una princesa británica.

En diciembre del mismo año, Eduardo abdicó para casarse con la socialite estadounidense y dos veces divorciada Wallis Simpson.

María brindó apoyo a su segundo hijo, Alberto, que ocupó el trono como Jorge VI hasta su muerte en 1952.

Sus padrinos fueron su tía segunda, la reina Victoria; su primo segundo, el príncipe de Gales —que más tarde sería el rey Eduardo VII y su suegro— y su abuela materna, la princesa Augusta, duquesa de Cambridge.

[4]​ Según el biógrafo inglés Pope-Hennessy, María recibió una «buena educación, pero también bastante estricta».

[6]​ Los niños Teck solían jugar con sus primos, los hijos del príncipe de Gales, que tenían edades similares.

[7]​ Fue educada en casa por su madre y su institutriz —al igual que sus hermanos, quienes más tarde fueron enviados a continuar sus estudios en internados—.

[12]​ Los Teck viajaron a través de Europa visitando a diferentes familiares y permanecieron una temporada en Florencia, Italia, donde May disfrutó visitando galerías de arte, iglesias y museos.

[13]​ Los Teck volvieron a Londres en 1885 y fijaron su residencia en White Lodge, en Richmond Park.

[15]​ La elección de María como novia del duque se debió en parte al gran cariño que sentía por ella la reina Victoria, así como también por su carácter fuerte y su sentido del deber.

[2]​ A pesar de este revés, la reina Victoria siguió favoreciéndola como candidata ideal para casarse con un futuro rey.

Jorge le escribía diariamente cuando estaban separados y a diferencia de su padre jamás tuvo amantes.

James y a todo lo largo del trayecto, decorado especialmente para la ocasión, se reunió una multitud.

Según The New York Times, «el evento eclipsó, en pompa y esplendor, a cualquier ceremonia de estado efectuada recientemente en relación con la corte británica».

Al principio no pudo notar el abuso de la nana hacia los jóvenes príncipes Eduardo y Alberto,[21]​ además mantuvo a su hijo más joven, el príncipe Juan, en una granja privada en Sandringham al cuidado de la señora Bill, quizás para ocultar del público que padecía epilepsia.

[22]​ Sin embargo, expresó una opinión menos caritativa en las cartas privadas dirigidas a su esposa después de la muerte de su madre: «Mi tristeza se mezcló con la incredulidad de que una madre pudiera haber sido tan dura y cruel con su hijo mayor, por tantos años, tan exigente hasta el final, sin jamás ceder ni un ápice.

Durante ocho meses viajaron a través del Imperio británico, visitando Gibraltar, Malta, Egipto, Ceilán, Singapur, Australia, Nueva Zelandia, Isla Mauricio, África del sur y Canadá.

Tuvo un parto difícil y aunque se recuperó rápidamente, su hijo recién nacido sufrió problemas respiratorios.

[31]​ Durante la Primera Guerra Mundial, María instituyó en el palacio un manejo austero, racionó los alimentos y se dedicó a visitar en el hospital a combatientes heridos y moribundos, lo que le causó una gran tensión emocional.

[34]​ Después de que los republicanos utilizaran la herencia alemana de la esposa del zar como argumento para la reforma y debido al sentimiento antialemán que predominaba en el Reino Unido, Jorge V renunció a sus títulos alemanes y renombró la casa real, del alemán «Sajonia-Coburgo y Gotha» al británico «Windsor», tomando este último como apellido oficial para todos los descendientes en línea paterna de la reina Victoria.

Durante su enfermedad, en 1928, preguntó a uno de sus doctores, Farquhar Buzzard, sobre quién había salvado la vida del rey y él contestó: «la reina».

No puedo confiar en mí al hablar de la reina, cuando pienso en todo lo que le debo».

Ese mismo año, Eduardo VIII causó una crisis constitucional cuando anunció su deseo de contraer matrimonio con su amante estadounidense, la dos veces divorciada Wallis Simpson.

Aunque actuó con lealtad y brindó apoyo a su hijo, María no comprendía por qué Eduardo abandonó sus deberes reales en favor de sus sentimientos personales.

Los únicos en quejarse por los arreglos realizados fueron los criados reales, que encontraban la casa demasiado pequeña,[53]​ aunque María causó el enfado de su sobrina cuando le pidió retirar la antigua hiedra de las paredes, por considerarla poco atractiva y peligrosa.

Desde Badminton siguió visitando tropas y fábricas y dirigió la recolección de materiales de desecho para apoyar los esfuerzos por la guerra; era conocida porque acostumbraba llevar en su auto a los soldados que encontraba durante sus trayectos.

[64]​ Previamente hizo saber a su familia que en caso de su muerte no debía posponerse la coronación.

[64]​ Posteriormente, se llevó a cabo un servicio fúnebre encabezado por el Arzobispo de Canterbury, Geoffrey Francis Fisher, y transmitido por la BBC.

[67]​ Sir Henry Channon escribió: «Ella fue en relación a la política [...] magnífica, jovial, mundana, de hecho sublime casi, aunque fría y dura.

Una serie de distinguidas actrices británicas han representado a la reina María en el teatro, cine y en televisión, incluyendo a Wendy Hiller en Crown matrimonial,[71]​ Flora Robson en King's story, Peggy Ashcroft en Edward and Mrs Simpson, Phyllis Calvert en The woman he loved, Gaye Brown en All the King's men, Eileen Atkins en Bertie and Elizabeth y en The Crown, Miranda Richardson en The Lost Prince, Margaret Tyzack en Wallis and Edward y Claire Bloom en El discurso del rey.

La princesa María de Teck con su madre y hermanos
La princesa Victoria María de Teck, poco tiempo antes de su matrimonio con el duque de York en 1893
Princesa Victoria María, duquesa de Cornualles y York. Ottawa , 1901
La princesa de Gales, fotografía de 1905
Retrato de la reina María, 1912
Fotografía de Jorge V y la reina María, 1935
La reina María con sus nietas, las princesas Margarita e Isabel
Cortejo fúnebre de la reina María, 1953
Estatua de la reina María en Londres
Escudo de armas de la reina María