El conocimiento del cultivo de dicha planta fue traspasado a los asirios, los babilonios y finalmente los egipcios.
Durante la Edad Media, época en la cual todo lo que provenía del oriente era considerado demoníaco, el opio fue prohibido en Europa.
Esta preparación fue utilizada hasta el siglo XIX para tratar una amplia gama de enfermedades.
Aún en esa época no se comprendía totalmente el mecanismo de la adicción al opio.
Uno de los más grandes médicos ingleses fue Thomas Sydenham, quien también sintetizó láudano en el siglo XVII, siendo utilizado por muchos años también.
Su amplio uso en la Guerra de Secesión dejó unas 400.000 víctimas adictas a la morfina, más conocida como «enfermedad del soldado», ya que fue el analgésico de preferencia desde su venta como alcaloide aislado del opio.
Con la aparición de las agujas hipodérmicas, la morfina se hizo inyectable gracias al Dr. Alexander Wood en 1853.
Durante muchos años se especuló con respecto a si existían o no receptores para esta droga endógena.
Actualmente sigue siendo el analgésico clásico más eficaz para aliviar los dolores agudos, pero su utilización va decreciendo a medida que aparecen nuevas drogas sintéticas, las cuales se supone son menos adictivas y permiten que personas alérgicas a ella puedan aliviar igualmente sus dolores.
Aunque se entiende como un proceso de excreción, los glucurónidos 3 y 6 más polares pueden atravesar la barrera hematoencefálica para ejercer efectos clínicos significativos (Christrup, 1997).
[3] La morfina se emplea legalmente con fines medicinales, como analgésico en hospitales para tratar dolencias, como:[cita requerida] Efectos fisiológicos Efectos psicológicos La síntesis total de la morfina fue realizada por primera vez por Marshall D. Gates, Jr.
Muchas otras síntesis han sido reportadas, tales como las realizadas por Rice,[6] Evans,[7] Fuchs,[8] Parker,[9] Overman,[10] Mulzer-Trauner,[11] White,[12] Taber,[13] Trost,[14] Fukuyama,[15] Guillou[16] y Stork.