Desconfiaba enormemente de su sobrino, el emperador alemán Guillermo II y apoyó a su hijo durante la Primera Guerra Mundial, en la que Gran Bretaña y sus aliados derrotaron a Alemania.[10] El rey Cristián VIII de Dinamarca falleció en 1848 y su único hijo, Federico, ascendió al trono.Federico no tenía hijos, había pasado por dos matrimonios fallidos y se suponía que era infértil.En Holstein, la Ley Sálica impedía la herencia a través de la línea femenina, mientras que tales restricciones no se aplicaban en Dinamarca.Holstein, predominantemente alemán, proclamó su independencia y pidió la ayuda de Prusia.En 1852, las grandes potencias mundiales convocaron a una conferencia en Londres para discutir la sucesión danesa.Finalmente, después de rechazar otras posibilidades, resolvieron que Alejandra era «la única opción posible».[17] Sir Arthur Sullivan realizó una composición musical especial por su llegada y Alfred Tennyson, el poeta laureado, escribió una oda en su honor:La corte todavía estaba de luto por la muerte del príncipe Alberto, por lo que las señoras fueron restringidas a usar gris, lila o malva.[20] Durante su luna de miel en Osborne House en la isla de Wight, los alumnos del vecino Colegio Eton, que incluían a Lord Randolph Churchill, pudieron observar ocasionalmente a la pareja.Alejandra se dedicó con devoción a sus hijos, según la niñera principal, la señora Blackburn: «Se sentía en la gloria cuando podía correr hasta la habitación de los niños, ponerse un delantal de franela, bañarlos por sí misma y verlos dormir en sus pequeñas camas».[23] La pareja tuvo seis hijos en total: Alberto Víctor, Jorge, Luisa, Victoria, Maud y Alejandro.[28] Incluso después del nacimiento de su primer hijo siguió socializando tanto como antes, esto provocó algunas fricciones entre la reina y la joven pareja, lo que se agravaba todavía más por el odio que Alejandra sentía por los prusianos y la parcialidad de la reina hacia ellos.Durante sus visitas al hospital conoció entre otros pacientes a Joseph Merrick, el llamado «Hombre Elefante».[44] Por lo general las multitudes aplaudían con entusiasmo a Alejandra,[45] pero durante una visita a Irlanda en 1885, sufrió un raro momento de hostilidad pública cuando visitaba la ciudad de Cork, semillero del nacionalismo irlandés.[49] En 1894, falleció su cuñado, Alejandro III de Rusia, y su sobrino, Nicolás, se convirtió en el zar.Alejandra lo sustituyó en un desfile militar y asistió a las carreras de la Royal Ascot, en un intento por evitar la alarma social.[51] Finalmente, la coronación tuvo que ser pospuesta y Eduardo sometido a una operación para extirpar el apéndice infectado.[56] Los biógrafos afirman que a Alejandra le fue negado el acceso a los documentos informativos del rey y se le excluyó de algunos de los viajes al extranjero para evitar su intromisión en asuntos diplomáticos.[57] Desconfiaba profundamente de los alemanes y se opuso siempre a cualquier cosa que favoreciera su expansión o sus intereses.En 1890, por ejemplo, escribió un memorando distribuido a los altos ministros británicos y al personal militar, advirtiéndoles contra el previsto intercambio de la isla británica Heligoland, situada en el mar del Norte, por la colonia alemana de Zanzíbar.[60] La reina despreciaba y le tenía desconfianza a su sobrino, Guillermo II de Alemania, en 1900 lo llamaba «nuestro enemigo interno».[61] En 1910, Alejandra se convirtió en la primera reina consorte en visitar la Cámara de los Comunes durante un debate.En Rusia, el zar Nicolás II fue derrocado y después asesinado por los revolucionarios junto a su esposa e hijos.En 1919, la emperatriz viuda fue rescatada de Rusia por el HMS Marlborough y llevada a Inglaterra donde vivió durante un tiempo con su hermana Alejandra.[73] Esto la llevó a usar elaborados velos y mucho maquillaje, los chismosos describían que parecía tener la cara «esmaltada».En 1920, le estalló un vaso sanguíneo en un ojo, dejándola temporal y parcialmente ciega.[82] La administración de sus finanzas se dejó en manos del leal contralor, Sir Dighton Probyn, que realizó una función similar para el rey Eduardo VII.[83] Aunque no siempre fue extravagante —zurcía las medias usadas para reutilizarlas y sus vestidos viejos eran reciclados como fundas para muebles—,[84] desestimaba las protestas sobre sus fuertes gastos con un movimiento de la mano o afirmaba que no había escuchado.[89] En la inauguración se interpretó una oda en su memoria «So many true princesses who have gone», con música compuesta por el entonces Master of the King's Music —Maestro de la música del rey— Sir Edward Elgar y letra del poeta laureado John Masefield, el propio Elgar se encargó de la dirección musical.
Alejandra vestida para asistir a la coronación el 26 de junio de 1902. Publicado por el
The Illustrated London News
en el registro de la ceremonia de coronación del rey
Eduardo VII
y la reina Alejandra en 1902. Obra firmada por Samuel Begg