Un palacio es un edificio utilizado como residencia del jefe de Estado u otro magnate.
En la Edad Contemporánea muchos palacios han sido transformados para otros usos, como parlamentos o museos.
El término se emplea también habitualmente para denominar nuevas construcciones de edificios públicos especialmente lujosos que funcionan como hitos urbanos; sea cual sea su uso, siendo un caso extremo, los pasillos del Metro de Moscú, inspirados en lujosas estancias palaciegas, construido en la época estalinista con explícita referencia a los palacios zaristas.
Sus sucesores, especialmente Nerón, con su Domus Aurea ("Casa Dorada"), ampliaron la residencia y los jardines hasta que abarcaron toda la cima de la colina.
Palatium se convirtió en sinónimo de residencia del emperador y, por metonimia, designaba a la institución imperial en sí.
Los poderosos príncipes electores se alojaban en palacios (Paläste), evidencia de la descentralización del poder en el Sacro Imperio Romano Germánico.
En contraste, el château siempre ha sido de características rurales, sostenido por su demesne,[5] aun cuando no estuviera fortificado.
Esa distinción no es usual en otros idiomas o países, como en Inglaterra y en idioma inglés, donde se utilizan de forma intercambiable términos de contenido inicial muy diverso (palace, castle, manor o house).
Tampoco en España y sus idiomas; por ejemplo, la nobleza gallega a partir del siglo XV transformó castillos y torres en pazos (vocablo cognado de "palacio" en idioma gallego), siendo ambas tipologías arquitectónicas eminentemente rurales.
En general, en los palacios árabes o musulmanes hay un marcado contraste entre la austeridad del exterior frente a la riqueza del interior (estructura laberíntica de salones, galerías, pórticos, arcos de herradura y mixtilíneos, artesonados, mocárabes, patios, fuentes, jardines), caracterizado por lo que ha pasado a convertirse en un tópico literario: el "lujo oriental" y la sofisticación propios de Las mil y una noches.
Durante la Reconquista, en los reinos cristianos peninsulares se realizaron edificios de un estilo muy peculiar, el mudéjar, que utilizaba elementos arquitectónicos islámicos.
Flandes e Italia fueron los dos núcleos principales del desarrollo urbano medieval, que se prolongó durante la Edad Moderna.
Durante el Antiguo Régimen, muchos otros palacios se construyeron en la ciudad, a iniciativa regia o de particulares.
El incendio del Alcázar motivó su reconstrucción con los criterios propios del palacio borbónico de Versalles (que ya se había procurado imitar a pequeña escala en el Palacio de la Granja).
En Canarias se conserva el lugar que ocupaba una cueva-palacio prehispánico (la Cueva de Chinguaro).
Con un criterio historicista neogótico, Viollet le-Duc reconstruyó el Castillo de Pierrefonds como palacio para Napoleón III.