Palacio Real de Bucarest

[3]​ El palacio es la residencia real más grande y arquitectónicamente significativa de Rumanía (teniendo en cuenta que el Palacio del Parlamento Rumano, considerado el edificio más pesado del mundo, es una nueva construcción y nunca sirvió como residencia real).[6]​ En 1837, se convirtió en la residencia oficial del príncipe valaco (hospodar) Alejandro II Ghica.En febrero de 1866, Cuza fue destituido por la Coalición Monstruosa (una alianza entre nacionales liberales y conservadores rumanos), acordando el nombramiento del príncipe wurtembergués Carlos de Hohenzollern-Sigmaringen (futuro Carlos I) a domnitor del país, por entonces ya conocido como Rumanía.Bajo el reinado de Carlos se realizaron varias modificaciones al palacio, encargando su modernización al estilo neoclásico a los arquitectos Paul Gottereau y Karel Liman (Liman también fue el arquitecto jefe del Castillo Peleș, también encargado por Carlos I).[6]​ En 1930, Carlos II encargó a los arquitectos Nicolae Nenciulescu y Arthur Lorentz la reconstrucción del palacio, aunque pronto se constató la necesidad de erigir un nuevo edificio.Si bien en un principio se contempló una restauración completa del edificio anterior y no la construcción de uno nuevo, esta idea fue descartada por inviable.[8]​ El edificio, inaugurado en 1937, era todo un ejemplo de majestuosidad, pero estaba poco adecuado para servir de vivienda, pues sus salas y vastos espacios habían sido diseñados para alojar actos oficiales y no como dependencias familiares.Con este motivo, se construyó otro edificio detrás del palacio, conocido como la Casa Nouă (‘la Casa Nueva’), donde residía la familia real hasta 1944; estaba ubicado en el lugar donde en la actualidad se encuentra la Sala Palatului (una famosa sala de conciertos).Entre el palacio y la Casa Nouă había un callejón, sin ninguna estructura que conectaba ambos edificios.El rey Miguel apeló a su tía, la princesa Isabel de Rumanía, reina consorte emérita de Grecia, para que intercediera ante las Cortes pidiendo su aprobación al uso del palacio por la familia, y estas accedieron.[16]​ Durante esa época, se eliminaron todos los símbolos que recordaban a la monarquía, como el sillón del trono, el gran escudo real estampado en las paredes, y otros.Su siguiente presencia en suelo rumano no se produciría hasta 1997, después de que el Gobierno de Victor Ciorbea aboliera el decreto comunista que prohibía la ciudadanía rumana a la familia real.[7]​ Con su majestuosa fachada, el palacio fue diseñado para conferir la sensación de elegancia y al mismo tiempo narrar la historia del extenso patrimonio cultural rumano.[4]​ Este modelo, modernamente adaptado a las gargantas para una iluminación indirecta, fue empleado en el Salón del Trono.[4]​ Aunque en sus orígenes, el palacio se construyó destacando elementos con significado nacional, durante el régimen comunista se resaltaron motivos socialistas, limitando lo «rumano» y retirando alusiones a la monarquía rumana en favor de la llamada «arquitectura de las clases oprimidas».Solo en los años 1960, cuando la arquitectura modernista empezaba a volver a adoptar elementos romanos clásicos (el llamado «espíritu latino», tanto en lo lingüístico como en lo arquitectónico), es cuando las salas del palacio se redecoran con los arcos romanos que las caracterizan en la actualidad.La cúpula, a su vez, resultaría ser un elemento desterrado de los conceptos tanto realista como socialista por sus connotaciones religiosas.
El ala occidental del Palacio Real
La Familia Real rumana en la Sala del Trono, 1881.
La Sala del Trono del Palacio Real de Bucarest, 1902.
Estatua de Ioan Georgescu , en el patio del palacio.
Decoración floral, velatorio de Ana de Borbón-Parma
Vista de la fachada principal del Palacio Real desde la Plaza de la Revolución .
Típica arcada interna en el Palacio Real. Sala de la Galería Arte Europeo.
Espacios arqueados. Sala de la Galería de Arte Europeo.