Defensiva y ofensiva

Aceptando la expresión de Carl von Clausewitz, se puede decir que de estas dos formas, la ofensiva es «la más fuerte, con objeto negativo», y la defensiva, es «la más débil, con objeto positivo».

El que toma la ofensiva no lo hace, generalmente, en todas las partes del teatro de operaciones.

Se dice que hay diferentes lugares donde colocarse como la defensiva a los dos lado del arco y los otros tres en la zona de tiros libres.

En cuanto a la defensiva, su interés está en no diseminar sus fuerzas pretendiendo hacer frente a todas las contingencias, en no ligarse demasiado al terreno conservando la libertad de movimiento, en quebrantar al invasor con encuentros parciales y operaciones secundarias, pero sin comprometer en una batalla decisiva la suerte de la campaña, de atraer al agresor hacia el interior de su territorio para debilitarlo, aprovechar los errores que cometa para atacarle sin titubear, y si aquel divide sus fuerzas, maniobrar por líneas interiores para batirlas separadamente, como hizo por ejemplo Napoleón Bonaparte en su Campaña de los Seis Días en 1814.

En ésta los puntos más peligrosos son siempre los flancos, porque siendo tan costosos los ataques de frente, como por ejemplo en la Batalla de Gravelotte, la tendencia a envolver las posiciones enemigas es, puede decirse, instintiva.

Al que ataca le conviene, las sombras de la noche, la niebla y los accidentes del terreno, que le permiten acercarse al enemigo sin ser visto, y sufriendo, por consiguiente, el menor número de bajas.

El ataque es una operación ofensiva que debe ser cuidadosamente concebida, planificada, preparada, ejecutada y continuada.

Su propósito es evitar que el enemigo reconstruya una defensa organizada o realice una operación de reacción.

La persecución es una acción ofensiva lanzada contra una fuerza enemiga que busca escapar.

Soldados del llamado Ejército Rojo pasando a la ofensiva en el frente oriental de la Segunda Guerra Mundial . Fotografía de la Agencia de Noticias RIA Novosti soviética.