Una carga militar es una maniobra consistente en un ataque frontal y masivo efectuado con la ayuda de la infantería o la caballería.
La velocidad aportaba un poder de penetración destructiva mediante las sarissas con las que estaban equipados los infantes macedonios.
En el momento del choque se cerraban las filas a un paso de distancia.
Durante el siglo siguiente, la carga, comenzada al paso ordinario y con el mayor silencio, iba acelerándose hasta convertirse en carrera al llegar a corta distancia del adversario.
En el siglo XIX la carga, en línea y hasta en una sola fila muy densa, en la que pueden estar embebidos los sostenes en línea, empezaba a unos 200 pasos del enemigo, armando el cuchillo y lanzándose sobre aquel a la voz de los oficiales, acelerando al final la rapidez de la marcha, para llegar al choque con el ímpetu necesario.
Estas avanzaban para ello en formaciones de fondo reducido y con la bayoneta calada, lanzándose sobre el enemigo por los claros que se produjeran en la línea que las antecedía, o empujando a las fracciones más indecisas.
La reserva general tomaba entretanto posiciones desde las cuales pudiera proteger la retirada o emprender la persecución en caso necesario.
Atacar al galope se consideraba lo mismo que correr a un desastre seguro, por la imposibilidad de conservar el orden y la cohesión durante la carga.
Federico II fue el iniciador de esta reforma que restituyó a la caballería su verdadero carácter y su importancia táctica.
La velocidad se mide por la que desarrollan los caballos en el momento del choque.
Muchos estudiosos sostienen que este es su único efecto y que el choque no se realizaría nunca, porque la tropa que fuera menos unida o se considerase más débil, empezaría por acortar su marcha, y después de vacilar un instante volvería grupas, sin atreverse a afrontar la acometida del adversario.
A veces, sin embargo, el choque se realizaba, aunque no fuera el choque mecánico, descrito por los teóricos, y entonces solía suceder que la caballería que se conservaba en ese momento más unida y compacta, arrollaba a la que lo estaba menos, bastando por lo general el efecto de la cohesión, es decir, de la masa para anular la acción de aquella y desordenarla.
En este caso, a la retirada del contrario seguía inmediatamente la persecución, que completaba la victoria.
Estos cálculos son aproximativos y dependían en primer término de la clase de tropa sobre la que se dirigía la carga: contra infantería o artillería, por ejemplo, convenía aumentar no solo la distancia, sino también la velocidad para atravesar, con la mayor rapidez posible, la zona eficaz del fuego.
Cuando no había podido hacerse este reconocimiento, debían preceder a la caballería exploradores que, una vez cumplida su misión, al tomar aquella el aire de carga despejaban el frente y se replegaban rápidamente hacia las alas.