Esta formación predominó en las batallas durante el período helenístico hasta ser reemplazada por las legiones romanas.
La falange macedonia surgió, de hecho, como una respuesta ante las modificaciones tácticas que los estrategos tebanos, Epaminondas y Pelópidas, desarrollaron a principios del siglo IV a. C. para oponerse a la superioridad, aunque ya decadente, que la formación hoplítica espartana había ejercido en los combates terrestres entre las polis griegas hasta esa fecha.
Hasta la mitad del siglo IV a. C. el Reino de Macedonia no tuvo gran influencia con respecto al exterior, ya fuera en el ámbito económico, cultural o militar.
El país estaba formado por montañas arboladas y planicies ideales para la cría de caballos, que componían la fuerza principal del ejército macedonio y eran montados, a la manera griega, por los aristócratas llamados los «compañeros» (hetairoi).
Cuando Filipo II accedió al poder en 359 a. C., emprendió la reorganización de la institución militar ya iniciada por sus predecesores.
A comienzos del reinado de Filipo II, Macedonia no era un país rico ni podía, por tanto, equipar a sus soldados profesionales con armamento pesado, que era costoso, como el de los hoplitas.
Contando con la pieza básica de la syntagma, entendida como una unidad independiente, un jefe militar podía disponer estas tropas, en diversas formaciones dependiendo de las características del terreno, la estrategia del adversario y su propio planteamiento táctico.
El problema básico de la falange macedonia era la escasa flexibilidad del sistema.
Además, las numerosas picas que apuntaban hacia el cielo planteaban aparte del problema del tipo de terreno en el que debía luchar la falange macedonia, llano y sin obstáculos para poder combatir fuera de la cubierta de los árboles en la que las sarissas se enmarañaban.
Estas maniobras tuvieron también un impacto positivo sobre la disciplina que llegó a ser estricta.
Por otra parte, Filipo no limitó los ejercicios a los desplazamientos básicos de cualquier falange.
Ideó diferentes maniobras originales que implicaban la finta y la sorpresa para conseguir una ventaja decisiva en la batalla.
Los jinetes llevaban una sarissa de un modelo más corto (cuatro o cinco metros), así como un sable curvo (machaira), una coraza y un casco.
Ya Filipo había hecho innovaciones al aumentar la profundidad de la falange, basadas en los conocimientos que adquirió, como se ha dicho previamente, en su juventud durante su estancia en Tebas como rehén.