Carabina

Durante el siglo XIX, las carabinas fueron las armas por excelencia empleadas por las tropas de caballería.

Estas dimensiones cortas y peso relativamente bajo hizo que las carabinas fueran más fáciles de usar durante situaciones de combate a distancias cortas, como la guerra urbana o en junglas, o que se pueda utilizar desde vehículos.

La carabina era originalmente un arma más corta y ligera desarrollada para los soldados de caballería, quienes no podían disparar un fusil o mosquete desde su montura debido a su peso y tamaño.

Con la llegada de la pólvora sin humo, las desventajas sobre la velocidad debido a su cañón corto disminuyeron.

Además, las mejoras en la artillería hacía que los avances de la infantería en zonas claras fueran muy peligrosos.

Estas situaciones no requerían un fusil pesado con gran alcance y precisión; un arma de menos potencia de fuego podía causar bajas a distancias cortas y su reducido retroceso permitía disparar más veces durante el tiempo que las tropas enemigas se exponían.

Debido a la potencia de esta munición, el retroceso era grande e impedía manejar apropiadamente el arma en fuego automático, por lo que crearon una munición intermedia, denominada 7,92 x 33 mm Kurz (corta en alemán).

En los Estados Unidos se sustituyó el fusil M14 por el M16, aunque el primero seguía siendo empleado para tareas de francotirador.

La carabina M4, un derivado compacto del fusil M16.