En este tratado Tytler propone tres leyes fundamentales sobre la traducción: Tytler mantiene que la paráfrasis ha dado lugar a traducciones demasiado libres, aunque esté de acuerdo en que parte de la obligación del traductor es aclarar las oscuridades del original, incluso cuando suponga omitir o añadir.
Utiliza el concepto comparativo del siglo XVIII de traductor-pintor, pero con una diferencia: el traductor no puede usar los mismos colores que el original, aunque debe producir un cuadro de la misma fuerza y efecto; el traductor tiene que esforzarse en adaptarse al alma del autor.
Pero la antigua dicotomía entre la estructura formal y el alma inherente se convierte en algo menos determinable, dado que los escritores van prestando de forma gradual más atención a las teorías de la imaginación, lejos del papel moral del artista.
Estaban permanentemente divididas en facciones, que servilmente se organizaban bajo los emblemas de los demagogos rivales, y estos continuaban influenciando a sus partidarios mediante la corrupción y los sobornos más vergonzosos, cuyos medios se conseguían mediante la malversación de dinero público».
De Grecia, por ejemplo, Tytler sostiene que «el espíritu patriótico y amor a la ingeniosa libertad ... se corrompieron de forma gradual a la vez que el país progresaba en poder y esplendor».
Tytler pasa a generalizar: «El patriotismo siempre existe en su mayor grado en las naciones primitivas y en un período temprano de la sociedad.
Estas naciones siempre han progresado a través de la siguiente secuencia: