[4] Después de él, los monarcas asumían la dignidad real por proclamación y aclamación.
Por parte materna fueron sus abuelos Don Juan Manuel y Blanca Núñez de Lara.
La victoria final de Enrique en la Guerra Civil Castellana brindará a Francia un poderoso aliado en el plano naval.
Tanto Enrique como su hijo Juan envían la Armada castellana, que destruye la escuadra inglesa en La Rochelle (1372) y saquea o incendia numerosos puertos ingleses (Rye, Rottingdean, Lewes, Folkestone, Plymouth, Portsmouth, Wight, Hastings) en 1374 y (tras la Tregua de Brujas) entre 1377 y 1380, año en que la flota combinada del almirante castellano Fernando Sánchez de Tovar y el francés Jean de Vienne llega incluso a amenazar Londres.
Mantuvo la amistad con Carlos III de Navarra, casado con su hermana Leonor, poniendo fin a los conflictos entre ambos reinos.
El maestre de Avís le escribió instándole a que tomara la Corona portuguesa que le pertenecía a través de su esposa, y el propio maestre asumiría la regencia.
[9][11][28] Para Juan I de Castilla, el matrimonio con Beatriz le suponía mantener un protectorado sobre el reino portugués y la posibilidad de impedir a los ingleses establecerse en la Península.
[30][33][34] La reina Leonor huyó de Lisboa con la Corte[35] y se refugió en Alenquer.
Después de las Cortes, el nuevo soberano emprendió una campaña para controlar el norte del reino, y así obtuvo Viana do Castelo, Braga y Guimarães.
Juan I de Castilla reaccionó y convocó Cortes en Segovia para asegurar la defensa del reino castellano.
Enrique, hijo de Juan I, fue el primer príncipe en poseer este título, junto con las rentas inherentes, pues el territorio asturiano les pertenecía como patrimonio.
El rey las convocó con una frecuencia inusitada, en Valladolid, Briviesca, Segovia, Palencia y Guadalajara.
En estas últimas, se dictaron diferentes ordenamientos, relativos a la organización militar del reino, la prohibición de exportar metales preciosos y ganado de silla o las exenciones fiscales del clero.
Su muerte fue mantenida en secreto por el cardenal Pedro Tenorio durante varios días alegando que estaba herido, hasta dejar resuelto todo lo relacionado con la regencia de Enrique III, menor de edad en esos momentos.