En 1879 estalló una rebelión de corte nacionalista, dirigida por un oficial del ejército egipcio, Ahmed Urabi.
Alrededor de 1890, los armenios empezaron a exigir las reformas que habían sido prometidas en Berlín.
Este acto fue seguido por la llamada Guerra de los Treinta Días en la que el Imperio otomano derrotó a Grecia.
No obstante, unos meses después Creta fue tomada por el Reino Unido, Francia, y Rusia.
Fomentó sistemáticamente la ideología del pan islamismo, y redujo los privilegios de los extranjeros en el Imperio, que a menudo fueron vistos como un obstáculo al gobierno.
También fueron enviados emisarios a países lejanos para predicar el islam y la supremacía del Califa.
Sus apelaciones al sentimiento musulmán fueron impotentes contra la desafección generalizada dentro de su Imperio, debido a la perenne mala administración.
Cuando esta ciudad fue tomada por tropas griegas en 1912, el sultán fue trasladado al Palacio de Beylerbeyi en Estambul.
Mientras sus vecinos europeos hacían ferrocarriles, producían automóviles, instalaban tendidos eléctricos e incluso comenzaban a construir aviones, el Imperio otomano no fue capaz de desarrollar ninguna industria avanzada.
Los turcos vieron raramente algún beneficio de las reformas llevadas a cabo bajo el reinado del Sultán.
Durante todo su reinado, su máxima prioridad fue reforzar la autoridad imperial reduciendo la del gran visir.
La mayoría de los observadores europeos esperaba que Abdülhamid II tuviera ideas liberales, e incluso algunos conservadores se inclinaron a considerarlo con sospecha, como un reformista peligroso.
El cambio esperado no existió, el bajo nivel de los fondos públicos, una caja fiscal vacía, la insurrección de Bosnia-Herzegovina, en 1875, la guerra con Serbia y Montenegro, y el sentimiento que despertó en Europa por la crueldad utilizada al erradicar la rebelión búlgara en la llamada Sublevación de Abril, fueron todas ellas razones que demostraron su poca disposición a las reformas.
Fue también un poeta como muchos otros sultanes otomanos, sus poemas fueron recogidos por su hija Aisha, en el libro Mi padre, Abdul Hamid.
Amenazado por varios intentos de asesinato, Abdülhamid II no viajaba a menudo (aunque sí más que muchos gobernantes anteriores).