Maestre de campo

Su nombramiento era una prerrogativa del monarca y se realizaba en el Consejo de Estado, lo que añadía a su cargo una dimensión de relevancia tanto política como militar.

[1]​ Además de su rol operativo, el maestre de campo tenía potestad judicial, lo que le permitía resolver disputas y mantener la disciplina entre sus soldados, aplicando tanto sanciones menores como medidas disciplinarias severas.

Este poder era esencial para la cohesión y eficiencia de las tropas, especialmente en largas campañas donde el orden interno podía ser difícil de mantener.

Además, colaboraba estrechamente con los encargados de logística y provisiones para asegurar la sostenibilidad del ejército en campaña.

Estos hombres provenían de distintos estratos sociales, desde nobles hasta soldados plebeyos, y fueron fundamentales en la consolidación del prestigio y la efectividad de los Tercios.