[1] En la Orden de Malta, por ejemplo, el gran maestre no solo coordinaba la defensa militar, sino que también supervisaba la administración de hospitales para peregrinos y combatientes heridos, reflejando su papel en actividades tanto bélicas como asistenciales.
Al unificar funciones militares, económicas y espirituales, el gran maestre no solo dirigía la organización, sino que también personificaba el modelo de caballero-cristiano ideal en la Edad Media.
La jerarquía permitía mantener la cohesión interna y facilitaba la respuesta rápida en tiempos de expansión o conflicto.
[4] Aunque el cargo de gran maestre es generalmente vitalicio, existen circunstancias excepcionales en las que puede ser destituido.
A través de este mecanismo, se asegura que el liderazgo del gran maestre esté en manos de una figura que no solo posea habilidades estratégicas y administrativas, sino también el compromiso ético y espiritual necesario para guiar la orden de acuerdo con sus ideales y misión.