Los vándalos fueron un pueblo germano de Europa central que habitaban las regiones ribereñas del mar Báltico, en las actuales Alemania y Polonia.
Su lengua pertenecía a la rama germánica oriental (solo se conservan unos pocos fragmentos de idioma vándalo).
Su primera aparición en las fuentes antiguas se remonta al siglo I d. C. en que fueron citados por Plinio y Tácito.
Otras posibles patrias de los vándalos en Escandinavia serían Vendsyssel en Dinamarca y Hallingdal en Noruega.
Se calcula que entre las tres gens sumarían unas 150 000 personas, incluidos mujeres, niños y ancianos.
[11] La relativa facilidad con la que suevos, vándalos y alanos penetraron en la Galia sin encontrar oposición se explica en gran medida por la rebelión en Britania del general romano Constantino, proclamado emperador por sus tropas con el título de Constantino III, y que había pasado al continente.
[16][17][18] Tomaron varias ciudades en el norte para pasar el invierno y al llegar la primavera del 410 extendieron la destrucción y los saqueos por las indefensas provincias a excepción de la Tarraconense donde tenían sus bases las tropas de Geroncio.
El autor antiguo Olimpiodoro relató que Geroncio firmó una paz apresurada con los bárbaros cuando se levantó contra Constantino III.
Según David Álvarez Jiménez, «se podría argumentar que contaron con la anuencia o laissez faire de Constantino III ante sus dificultades en la Galia... [y] asimismo, se le puede adjudicar igualmente esta postura de laissez faire al propio Geroncio en su relación con los recién llegados».
[20] Al igual que en lo referente a las Galias, las fuentes romanas relatan la presencia bárbara en Hispania como una catástrofe.
La Tarraconense, libre de «bárbaros» —«ciertamente, no les debía interesar un territorio tan cercano a la Galia, al poder central imperial y a las luchas que allí se sostenían y que en el momento de su llegada estaba ocupada por Geroncio», afirma David Álvarez Jiménez—, continuaría bajo el dominio romano.
David Álvarez Jiménez comenta: «Una vez que los bárbaros ya habían conseguido un asentamiento relativamente estable, pudieron dedicarse a una vida de una índole más pacífica, tal y como debían de haber ansiado desde que dejaron sus hogares en el Barbaricum.
[23] En 416 el nuevo hombre fuerte del Imperio romano de Occidente Flavio Constancio llegó a un acuerdo con el rey visigodo Valia, asentado en la Galia, para que desalojara de Hispania a los «bárbaros».
Flavio Constancio puso fin a la campaña en 418 —al parecer quería evitar que los visigodos se quedaran con la Bética, la provincia más rica y urbanizada de Hispania— y les otorgó el asentamiento permanente como foederati en Aquitania (Aquitania a Tolosa usque ad Oceanum).
[25] Así lo relató el cronista Hidacio:[26] A partir de la incorporación de los alanos supervivientes Gunderico adoptó el título de rex Vandalorum et Alanorum[27] y hacia el 420 desde la Gallaecia se dirigió a la Bética donde ocupó el «vacío» dejado por los silingos (que probablemente fue allí donde se sumaron a los asdingos), iniciándose un proceso de etnogénesis en torno al pueblo asdingo (gentilicio adoptado por la dinastía real iniciada por Gunderico).
Como en otras partes del Imperio romano, contingentes germanos de unos pocos miles hábilmente pasaban a controlar poblaciones muy superiores.
El reinado de su hijo y sucesor Hunerico, que gobernó entre 477 y 484, supuso un paso más en la tentativa de fortalecer el poder real, destruyendo toda jerarquía sociopolítica alternativa.
Guntamundo, cuyo reinado comenzó en 484 y terminó en 496, trataría inútilmente de buscar buenas relaciones con la antes perseguida Iglesia católica para impedir la extensión del poder de los principados bereberes, y como legitimación del reino vándalo frente a un imperio constantinopolitano que con la política religiosa del emperador Zenón había roto con el catolicismo occidental.