El segundo de los tres saqueos de Roma llevados a cabo por los pueblos bárbaros fue el saqueo de Roma del año 455, llevado a cabo por los vándalos, que estaban en guerra con Petronio Máximo, quien fuera emperador romano durante unas pocas semanas en el año 455.
Tras la llegada de los vándalos, y según los relatos del cronista Próspero, el Papa León I el Magno imploró a Genserico para que no destruyese la ciudad o matase a sus habitantes.
El éxito aparente del papa León se halla confirmado por Próspero, y el Historian Miscellan, pero la improbable idea de Baronio (455, 13), que Genserico había respetado las tres iglesias apostólicas, no está sostenida ni aun por el dudoso testimonio del Liber Pontificalis.
Existe, sin embargo, bastante debate acerca de la severidad del saqueo vándalo.
El saqueo del año 455 generalmente es visto por los historiadores como más duro que el saqueo de Roma llevado a cabo por los visigodos en el año 410, debido a que los vándalos estuvieron quince días mientras que los visigodos solo pasaron tres días en la ciudad.